
(Aporte de un oficial del Ejército de Chile, actualmente en prisión)
El ave de rapiña que en Chile llamamos cernícalo, es el más común de los halcones europeos, de cabeza abultada, pico y uñas negros y fuertes, y plumaje más oscuro por la espalda que por el pecho y de manchas oscuras.
Se le encuentra en terrenos abiertos y desde el lugar desde donde hago esta narración, en las afueras de Santiago, observaba su vuelo y su método de caza, consistente en cernirse y dejarse caer vertiginosamente sobre sus presas en el aire y en este caso, sus víctimas, era un gran número de gorriones que en alborotados escapes emitían sonidos de peligro en su piar cuando el halcón se dejaba caer sobre alguno de ellos.
En estas condiciones tan adversas, el instinto de conservación de los gorriones los hace discurrir a cualquier fórmula que les permita la sobre vivencia y además de estos extremos chillidos de alarma que mencionaba, encontraron la solución para protegerse del halcón. En unas altas murallas existentes en este lugar, en la parte superior hay unas espesas y largas corridas de alambradas de púas, enroscadas de manera circular y precisamente allí acertaron con el refugio apropiado ya que la velocidad de ataque del cernícalo, le impide estrellarse sobre estas filudas empalizadas.
Hay peligros que sirven para salvarnos la vida y reflexionaba sobre ello ya que estas murallas y alambradas que describo y que sirvieron de resguardo para conservar la vida y la libertad de estos gorriones, son las erigidas en la Cárcel de Alta Seguridad de Punta Peuco en dónde nos tienen encarcelados a los militares que fuimos partícipes del Gobierno Militar y que en cumplimiento de las órdenes de nuestros superiores recuperamos la libertad de Chile para dársela en herencia y sucesión a los políticos.
La naturaleza concede libertad hasta a los animales, y mientras podía desplazarme “libremente” dentro de estas altas murallas, pensaba en lo absurdo de la vida y Dios me corrigió con un pequeño gorrión cruzando el cielo y en lo paradójico que resulta el relato sobre como esta bandada de diminutos pajarillos evitan su muerte, esa muerte que está tan segura de su victoria, y que a todos los seres vivientes nos da toda la vida de ventaja.
Para este halcón majestuoso y estos inteligentes gorriones que han sido parte de esta pequeña historia ocurrida en un día cualquiera transcurrido en esta prisión, concluyo que la libertad solamente se halla en el reino de los sueños y para disfrutar verdaderamente esa libertad es bueno tener los peligros a que se ven enfrentados estas aves, o las interrupciones de independencia que obligadamente nos están haciendo sufrir a un puñado de militares.
No existe la libertad que no se disfruta.
¿De qué sirve la libertad política para los que están cesantes? Sólo tiene valor para los teorizantes y los políticos ambiciosos.
De esta anécdota aparentemente intrascendente, se deduce un último comentario sobre la vida, la muerte y la libertad:
Lo mejor de la vida es el pasado, el presente y el futuro y sobre la muerte, ¿Quién puede afirmar que la muerte no sea un despertar repentino de un sueño que duró una vida?
Estoy aprendiendo a estar libre en la cárcel y creo que no tiene sentido que me priven de mi libertad si mi mente siempre se sentirá libre. Desde una perspectiva global, pienso que el mundo es una gran prisión, de la que salen sobreseídos o en libertad bajo fianza sólo los que mueren diariamente, ello ocurre con los humanos, y son enseñanzas que se originan de este casuístico relato, protagonizado por un halcón y una bandada de gorriones que cruzaron los cielos de la Cárcel de Punta Peuco.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
""LOS GORRIONES Y UN CERNÍCALO""
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