miércoles, 5 de noviembre de 2008

UN MEMORIAL, UNA AUSENCIA



Este domingo 9, con o sin la asistencia
de la Presidenta, se inaugurará el Memorial a
Jaime Guzmán.
Importa sin duda que ella diga sí o no a
las presiones de que ha sido objeto; su decisión
importa, pero no mueve ni en un milímetro dos
percepciones fundamentales: la que se tenga sobre
la vida y muerte de Jaime Guzmán y la que produce
la presidencia Bachelet.



Hoy, sólo vale detenerse en lo primero.
La ausencia repentina de Guzmán es la más
célebre que la vida pública chilena haya
experimentado en su Historia. La falta de su
magisterio y de su gestión no tienen comparación
con otras carencias anticipadas.
Cuando Portales murió asesinado, a los
44, Manuel Montt tenía apenas 28 años, pero muy
pronto se hizo cargo del legado del fundador de
la república y llenó el vacío con la más notable
gestión presidencial del siglo.
Cuando Manuel Antonio Tocornal murió, a
los 50 y en la plenitud de sus facultades, siendo
el líder del conservantismo (entre tantas otras
cosas), Manuel José Yrarrázaval tenía ya 31 años
y estaba en condiciones de tomar el relevo,
aunque le costara aún una década larga
concretarlo.
Y así, otros casos análogos muestran que
el vacío fue reparado, que la ausencia fue
suplida e incluso, en algunos casos, superada.
Con Guzmán no ha sido posible.
Pero antes que mostrar las dramáticas
consecuencias que eso ha tenido, vale resaltar
una paradoja: nunca nadie antes, tampoco, se
había empeñado tanto en formar a tanta gente,
artesanalmente, persona a persona, como lo hizo
Guzmán. Y a pesar de eso, no aparece nítida la
sucesión, el heredero. ¿Aventurar una
explicación? No, sólo apuntar a esta misteriosa
paradoja que quizás algún día sea motivo de tesis
doctoral.
Lo que sí resulta claro es que después de
la muerte de Guzmán, cada vez que ha habido que
marcar un punto con inteligencia y fortaleza
complementarias, o ha faltado la primera (y en
eso puede no haber culpabilidad) o se ha
claudicado en la segunda (y ahí sí ha habido
muchos responsables). Se ha fallado; muchas
veces, se ha fallado.
Este domingo, cientos, miles, de sus
admiradores contemplarán a Guzmán en piedra, de
cerca. Bastaría con que unos dos o tres muy
concretos (ellos saben que son los llamados a
sucederlo, y con plena consecuencia) volvieran a
mirarlo en alma, y aún más de cerca, para que se
corrija en parte el vacío en el que aún estamos.

Gonzalo Rojas Sánchez

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