viernes, 27 de febrero de 2009

PRESION MUNDIAL CONTRA LA NATURALEZA HUMANA



Si usted lectora o lector, piensa que el mayor peligro para la felicidad humana es el agujero del ozono, el calentamiento global o el terrorismo de Bin Laden, está muy equivocado. El peligro mayor está en todos los que tratan de imponernos, a todos los países, unos falsos derechos que van contra la naturaleza humana. Pueden esconderse bajo el CEDAW, bajo un comité especial del Consejo de Europa o más ampliamente bajo unos presuntos derechos de Yogyakarta (¡¿?!) de los cuales ni a ustedes lectores, ni a mí, ni a muchísima gente, nos han pedido voto u opinión.


Sobre el CEDAW ya varios columnistas de este periódico advertimos hace tiempo que, bajo la aparente defensa de los derechos de la mujer, se esconden otras intenciones ocultas. El aborto es una de ellas; otro es imponernos una visión feminista anti-natura. El aborto no se menciona en el tratado de CEDAW y los miembros de su comité mantienen oficialmente que el tratado es neutral en materia de aborto. La realidad de sus actuaciones muestra una cosa muy diferente. Así, el comité del CEDAW, en su última ronda de sesiones en Ginebra, concluyó presionando a Dominica, Armenia, Haití, Camerún, Libia, Rwanda, Alemania y Guatemala por su política sobre el aborto. A Camerún, por ejemplo, le pidió revisar la ley de aborto, incrementarlo y dar mayor disponibilidad de anticonceptivos. Pero Camerún no se acobardó y en su respuesta escrita castigó al comité CEDAW “por tratar de elevar el aborto a rango de derecho humano.” A Rwanda le presionaron para que celebrara debates públicos sobre leyes de aborto y que ofreciera abortos a las niñas. El representante Ruandés respondió con ironía contundente: “Quizá estamos más preocupados de los que ya está vivos, que de matar a los bebés por venir.”
Hoy día las cifras mundiales de abortos se cuentan por millones. Según la Interpol, el número anual de homicidios en el mundo alcanza la cifra de 350.000, mientras que, por aborto, se asesinan, anualmente, 42 millones de seres humanos, seres humanos totalmente inocentes y totalmente indefensos. No hay proporción. El aborto excede en cifras a cualquier otro crimen y es además un inmenso, silencioso y repugnante genocidio.
Nunca se ha pisoteado con tanta intensidad y extensión el Derecho humano a la Vida. Europa, EE.UU. y la ONU, que deberían ser sus principales promotores, son ahora los que mayormente lo atacan.
Los “Derechos Humanos” solo son verdaderos derechos cuando se acepta la realidad de la naturaleza humana, su específica espiritualidad, abierta a la trascendencia divina. Si se niega la espiritualidad de los seres humanos, se hace borrosa su dignidad e inviolabilidad y se va cayendo –como ya lo propagan muchos- en vernos sólo como un animal más, e incluso tratar de extender nuestros derechos a los de otros “simios”: orangutanes, gorilas y chimpancés.
Si se niega el poder de la inteligencia para captar lo que es verdad y lo que es mentira, se niega el poder de la libertad para elegir sin error lo que es bueno y rechazar lo que es malo. Si no se aceptan los verdaderos derechos humanos, tarde o temprano, se impone la ley del más fuerte. El que tiene mayor poder político, económico y publicitario, crea e impone sus falsos derechos. El peor de ellos, el de poder matar a todo ser humano que estorbe, mayormente si ese ser humano está indefenso.
Estados Unidos no ha ratificado el CEDAW. Pero ahora el presidente Obama ha dicho que presionará para conseguir esa ratificación. Eso no es extraño ya que una de sus primeras decisiones fue quitar la prohibición de Bush de destinar dinero norteamericano para promover el aborto en otros países. Lo siento por Obama, porque cualquier cosa buena que haga, ya estará lastrada por la responsabilidad que asume con esa decisión criminal de financiar, con el dinero de todos los contribuyentes estadounidenses, los abortos en otros países. Lo siento también por los Estados Unidos, porque la cultura de la muerte lleva a la muerte de cualquier cultura. Y lo siento por todos los países del mundo, especialmente los países pobres, sobre los que se ejercen, constantemente, toda clase de presiones, chantajes y amenazas para que renuncien a los mejores valores de su cultura y en cambio se plieguen a estos falsos derechos que esconden, bajo formas aparentemente democráticas, el peor de los imperialismos: el imperialismo del crimen.
Bueno es tomar ejemplo de esos países, pobres pero valientes, y enfrentar y desenmascarar, como ellos, a todos los agentes, ya sean nacionales o internacionales, que pretendan que aceptemos como un derecho la monstruosidad de asesinar a los seres humanos no nacidos. Hay que hablar, gritar, si es preciso. Actuar siempre. Difundir toda legítima protesta. No dejarnos esclavizar.

Luis Fernández Cuervo. luchofcuervo@gmail.com


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