Entre abrazos
En ese abrazo del 31 a la medianoche, los
humanos nos expresamos cosas tan distintas.
Los más silvestres, los más primitivos,
seguramente ya entonaditos, se desearán buenas
venturas y quizás comiencen de inmediato alguna
aventura poco recomendable. Son los abrazos del
comienzo del carrete, abrazos-pre.
Los afectivos, los sentimentales,
expresarán con abundante sobajeo lo rico que es
tener cerca -demasiado cerca en esos momentos-
a esas personas a las que miran con ojitos
dulces, pero a las que no necesariamente están
dispuestos a comprender. Son los abrazos
latigudos del que saca fuerzas del corazón, pero
no tiene una voluntad muy fuerte que digamos.
Uno que otro, más racional y frío,
abrazará con precaución y deseará éxito, mucho
éxito, mientras piensa en resultados mensurables,
en curvas de producción o en aumentos del lucro.
Le encantará oír esa misma palabra de vuelta,
como santo y seña; como seña y seña, mejor. Son
los abrazos funcionales, porque hay que darlos,
porque quizás surge algún negocio entre los
brazos. Se dan hasta el 10 de enero, si convienen.
Debe haber más tipos, no es cierto, pero
faltan los mejores, los abrazos del cuenta
conmigo para lo que quieras, mientras se le dan
gracias a Dios por la vida, la fe, el trabajo, la
familia, y los proyectos que quizás, con Su
ayuda, puedan cuajar en el año que comienza. Son
abrazos que comprometen en la conciencia y de
palabra.
Gonzalo Rojas Sánchez
martes, 29 de diciembre de 2009
COLUMNA ABRAZADA
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