jueves, 17 de diciembre de 2009

COLUMNA FUNERARIA


Muertos y adobes



Se pone la atención en los que llegan al
Parlamento, porque obviamente les tocará una
tarea destacada y exigente.
Pero no se debe olvidar a los que se van,
porque pesa sobre ellos la atracción del vacío,
la que puede llevarlos a las más variadas
reacciones.
Por una parte, Enríquez-Ominami enfrenta
la más triste de las realidades: tiene un capital
del 20%, no quiere comprometerlo para el 17 de
enero y, cuando quiera invertirlo a mediados del
2010, se le habrá diluido como nieve de octubre.
Sin parlamentarios, sin partidos, sin prensa,
bye, bye, boy, a pesar de sus arrebatos.
Por otra, Adolfo: aunque sólo sean tres
sus parlamentarios, puede articularlos para que
se constituyan en minoría decisiva. Para eso,
debe evitar que la tentación democristiana que
revivirá en ellos se convierta en pecado. Sin
senaturía, su posición es mucho más precaria,
pero con trabajo podría hacer del PRI una fuerza
equivalente al PC y al PRSD. No es poco, pero
para lograrlo deberá esforzarse mucho.
Gazmuri y Naranjo sí que lo van a pasar
mal si no encuentran su lugar adecuado. Quizás
trabajen como enlaces con los comunistas, ya que
para muchos PS su propia baja y la llegada de los
hermanos separados al parlamento es una
oportunidad de pololeo que difícilmente dejarán
pasar. Por algo Arrate ya recorrió ese camino.
A su vez, Alvarez y Forni, con 20 y más
años de guzmanismo a su haber, debieran
comprender que la elección perdida, puede ser
batalla ganada si en vez de dedicarse a la
actividad privada, vuelcan toda su experiencia y
vitalidad, toda su excelencia y generosidad, a
formar a jóvenes que los admiran y que quieren
imitar sus compromisos.
Ninguno está muerto, a ninguno sólo le queda cargar adobes.

Gonzalo Rojas Sánchez


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