
Muertos y adobes
Se pone la atención en los que llegan al 
Parlamento, porque obviamente les tocará una 
tarea destacada y exigente.
Pero no se debe olvidar a los que se van, 
porque pesa sobre ellos la atracción del vacío, 
la que puede llevarlos a las más variadas 
reacciones.
Por una parte,  Enríquez-Ominami enfrenta 
la más triste de las realidades: tiene un capital 
del 20%, no quiere comprometerlo para el 17 de 
enero y, cuando quiera invertirlo a mediados del 
2010, se le habrá diluido como nieve de octubre. 
Sin parlamentarios, sin partidos, sin prensa, 
bye, bye, boy, a pesar de sus arrebatos.
Por otra, Adolfo: aunque sólo sean tres 
sus parlamentarios, puede articularlos para que 
se constituyan en minoría decisiva. Para eso, 
debe evitar que la tentación democristiana que 
revivirá en ellos se convierta en pecado. Sin 
senaturía, su posición es mucho más precaria, 
pero con trabajo podría hacer del PRI una fuerza 
equivalente al PC y al PRSD. No es poco, pero 
para lograrlo deberá esforzarse mucho.
Gazmuri y Naranjo sí que lo van a pasar 
mal si no encuentran su lugar adecuado. Quizás 
trabajen como enlaces con los comunistas, ya que 
para muchos PS su propia baja y la llegada de los 
hermanos separados al parlamento es una 
oportunidad de pololeo que difícilmente dejarán 
pasar. Por algo Arrate ya recorrió ese camino.
A su vez, Alvarez y Forni, con 20 y más 
años de guzmanismo a su haber, debieran 
comprender que la elección perdida, puede ser 
batalla ganada si en vez de dedicarse a la 
actividad privada, vuelcan toda su experiencia y 
vitalidad, toda su excelencia y generosidad, a 
formar a jóvenes que los admiran y que quieren 
imitar sus compromisos.
Ninguno está muerto, a ninguno sólo le queda cargar adobes.
Gonzalo Rojas Sánchez
 
jueves, 17 de diciembre de 2009
COLUMNA FUNERARIA
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COMENTARIO  G.ROJAS
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