lunes, 21 de diciembre de 2009

La ficha desconocida del doctor de Frei Montalva


Después de 24 años en el anonimato, el nombre de Augusto Larraín regresó nuevamente a la palestra pública. La semana pasada el cirujano que operó a Frei Montalva en 1981 denunció que hubo manos negras en la muerte del ex presidente. Esta es la historia del auge y la caída de Larraín, quien hasta la intervención del líder DC fue un pionero de la medicina chilena cuya carrera terminó de desmoronarse al verse cuestionado en 1997 por otra de sus pacientes, la diputada PS Isabel Allende. Aquí el médico repasa su vida y hace sus descargos.

Por Claudia Giner

"No quiero que mi historia se escriba como el médico que operó a Frei y se murió. Soy más que eso. Siempre me quedó ese resabio de haber aportado tanto a la medicina y de haberla embarrado", dice Augusto Larraín Orrego (72). Desde noviembre de 1981, y hasta la semana pasada, su nombre había pasado al olvido, hasta que, a instancias de su primo Andrés Zaldívar, decidió romper su silencio para avalar, en el programa de TVN Informe Especial, la tesis de que el ex presidente Frei Montalva fue asesinado.

Desde su casa ubicada en Las Condes, Larraín relata por primera vez su vida y los pormenores de la operación por estenosis esofágica que dirigió ese 17 de noviembre de 1981 en la Clínica Santa María. Aunque públicamente guardó silencio por 24 años, Larraín insiste en que siempre, desde el primer día, señaló que hubo algo raro en esa intervención, y así, dice, se lo hizo saber a Zaldívar. "Era una irritación muy anormal que sólo puede ser resultado de un compuesto químico", recalca. Pocos médicos, sin embargo, apoyan su denuncia.

Pero más allá de si la muerte de Frei se debió a una complicación posoperatoria o a la intervención de terceros, en la vida personal y profesional de Larraín esa intervenció marcó un antes y un después cuyas secuelas siguen persiguiéndolo. "Estaba en el Olimpo y tuve que bajar drásticamente", afirma, sentado en su pequeña consulta de la Clínica Servet, en Providencia.

Sus inicios

Hijo de una familia acomodada -con fundos en lo que hoy es Cerro Navia y Batuco-, Augusto Martín Carlos Larraín Orrego ingresó en 1951 a estudiar Medicina a la Univerasidad Católica, motivado, dice, por la influencia de su abuelo Agusto Orrego Luco, un conocido siquiatra, y por un accidente que sufrió de niño. "Cuando tenía 15 años un caballo me pegó una patada y me rompió la mano izquierda. Estuve a punto de perder los cuatro dedos. Me llevaron a la Clínica Santa María, y todos estaban muy asustados. En medio de la conmoción me visitó el padre Alberto Hurtado, que era pariente nuestro y había sido profesor mío en el colegio San Ignacio. Él estuvo dos horas conmigo y recuerdo que me dijo: 'Augusto, no te van a cortar los dedos', recuerda. Esta anécdota algunos pensaron presentarla como milagro", afirma. Años después, dice, cuando le preguntaron qué quería estudiar, no dudó en escoger Medicina. "Este episodio estaba en mi inconsciente", dice.

El "Peluca" Larraín, como lo bautizaron en sus años de universidad por usar el pelo largo, sobresalió, dice, desde los primeros días en las salas de clase de Medicina. Compañero de los destacados Pablo Casanegra, Patricio Vela y Bernardo Purto, Larraín perteneció a una destacada generación. "El nivel era muy exigente y entre nosotros primaba un criterio: en los exámenes teníamos que lograr saber más que nuestros profesores", recuerda. Ya en cuarto año de Medicina tuvo clara la especialidad que quería seguir. "Tuve una clase que fue muy emblemática para mí. En esos años se decía que el esófago se iba acortando porque se quemaba con los ácidos del estómago. Me acuerdo que salí de la sala y le dije a Casanegra: 'Pablo, esto no ocurre en la naturaleza. Esto no es así, y no se me olvidó más. Decidí convertirme en cirujano y me dediqué con pasión a la estenosis esofágica, la enfermedad que padecía Frei Montalva", señala.

Al terminar sus estudios en la UC Larraín obtuvo una beca para hacer su residencia en el Hospital José Joaquín Aguirre con dos destacados profesores de la cirugía chilena: Juan Allamand y Néstor Flores. Este sería el inicio de una exitosa carrera profesional que lo hizo famoso en Chile y en el extranjero, y que lo llevó a relacionarse con los más destacados médicos en ese campo.

El auge profesional

Fueron sus años de gloria. "Pinteado", con un fluido manejo del inglés y francés, y una situación económica que le permitió dedicarse por completo a la investigación, a mediados de los '60 realizó sendas pasantías en el Brompton Hospital de Londres y en el Hospital Laennec de París.

"En ese entonces, cuando el paciente tenía una complicación del reflujo esofágico, como una estrechez del esófago, se le cortaba un segmento del esófago como si fuera un cáncer. Y al desarrollar una cirugía para mejorar el reflujo observamos que las estrecheces se sanaban sin necesidad de cortar el esófago. Esta cirugía se llamó calibración cardial y consistía en modificar la unión entre el esófago y el estómago. Fue un gran avance quirúrgico", asegura.

Cuando tuvo 80 pacientes operados, dice, viajó a Seattle, Estados Unidos, a conocer a Luke Hill, un médico que había acumulado mucha experiencia con los mismos principios y resultados. Juntos, continúa, realizaron muchos trabajos y patentaron "la técnica -que está en los libros de cirugía- que se conoce en el mundo como 'Hill Larraín Procedure'. Nuestros trabajos pioneros cambiaron en esa época la medicina", relata, entusiasmado. Incluso, añade, hay una pinza quirúrgica que lleva su apellido.

En 1972 Larraín obtuvo la distinción de ser el primer becado internacional del American College of Surgeons de Estados Unidos. El actual director de cirugía del Hospital JJ Aguirre, Attila Csendes, discípulo de Larraín, recuerda: "Larraín fue un gran cirujano que realizó un tremendo aporte a la medicia chilena. Recuerdo la presentación que hizo de una película sobre sus técnicas quirúrgicas en un congreso en Chicago, ante miles de médicos norteamericanos, algo inédito para un chileno en esos años". Era la etapa dorada de Augusto Larraín. Se había casado por segunda vez con María Elena Sutil y vivía en una parcela en Pirque.

En 1974 lo llamó el primer ministro de Salud de Pinochet, el doctor Alberto Spoerer, para incorporarse al Hospital del Tórax y llevar a cabo un estudio que se extendió por 15 años sobre la influencia del reflujo en los pacientes asmáticos no alérgicos. Larraín invitó al estudio al conocido cirujano norteamericano Charles Pope, quien se radicó tres meses en Chile. "Los resultados fueron asombrosos. Al 70% de los pacientes operados que se le corregía el reflujo era sanado del asma".

La operación y el shock

La muerte de Frei ocurrió en el peak de su carrera como cirujano. Tenía 44 años y una abultada lista de pacientes. Hasta su consulta en la Clínica Indisa llegaban importantes personalidades y empresarios como Luis Alberto Fernández León -hermano mayor del empresario inmobiliario-, quien padecía el mismo problema de Frei Montalva y a quien Larraín, afirma, operó con éxito.

Años después, el doctor Alejandro Goic lo llamó para que diera su opinión sobre la enfermedad del ex presidente Eduardo Frei Montalva. "Asistí a una junta médica en la casa del ex presidente en la calle Hindenburg. Vi las radiografías y los exámenes y les señalé que no había otra posibilidad que la cirugía", señala. El 17 de noviembre en la mañana Frei Montalva se hospitalizó en la Clínica Santa María, y Larraín lo operó a las cuatro de la tarde junto a los cirujanos Patricio Silva e Ivo Eterovic.

Mientras Frei estuvo hospitalizado, dice, lo visitó todos los días. "Al cuarto día se fue para la casa y seguimos en contacto. Me fui a Villarrica a un congreso de cirugía, y me llamó uno de los hijos de Frei para avisarme que el ex presidente había tenido una complicación. Me volví a Santiago y me fui directo a la Santa María. Goic me mostró los exámenes radiológicos que evidenciaban un compromiso del intestino delgado, en un segmento muy corto. Mi primer pensamiento fue sugerir una alimentación parenteral -por una sonda- prolongada, una alternativa que recién se estaba aplicando internacionalmente".

Testigos de esos diálogos recuerdan que Larraín se mostró "con un dejo de soberbia y que incluso dijo: mi enfermos no se reoperan", dice una enfermera que entonces trabajaba en esa clínica. Muchos médicos no cuestionan hoy su operación, sino el hecho de "haberse ido de viaje y abandonado a su paciente, porque en ese período se perdieron horas valiosas". Larraín, sin embargo, insiste en que regresó apenas lo llamaron.

"La nueva operación de Frei ya estaba decidida y no me opuse a ella. Entré a la cirugía y presencié la operación completa. Los días posteriores me seguí reuniendo todos los días con el equipo médico a cargo de Frei. Pero ya no era lo mismo, a esas alturas ya me había convertido en el niño malo de la película".

-¿Usted conversó con el ex presidente Frei después de que lo operó?
-Sí, mantuvimos contacto. Él estaba muy contento y me lo dijo. Estaba muy agradecido.

-¿Cómo recibió la noticia de su muerte?
-Quedé muy choqueado. Todos los médicos sabíamos que se iba a morir. Fue muy fuerte para mi familia. No hablaba con nadie. Me aferré a un poema que guardo hasta ahora de Rudyard Kipling que se llama "Si".

- ¿No fue al funeral de Frei Montalva?
- No. ¿Para qué? ¿Para que me pegaran?

Y agrega: "Dos días después de la muerte de Frei nació mi hijo en la Clínica Alemana y el primer canastillo de flores que nos llegó fue de parte de María Ruiz-Tagle de Frei. La señora Maruja se dio cuenta del sufrimiento que yo y mi familia estábamos viviendo y creo que ése fue un gesto de comprensión de parte de ella. Con esto entendí que no había resentimiento. Para mí fue muy importante".

Pero Larraín entró en una especie de shock. Un empresario recuerda que pocos meses después se encontró con el médico en la casa del empresario Tomás Muller, en Pirque. "Yo soy el doctor que mató a Frei", le dijo al presentarse.

Veintricuatro años después, Larraín reflexiona sobre ese episodio. "Fue tremendo, pero no me morí. Yo cambié muchas cosas. Esto llegó en el momento exacto en que debió haber llegado. A mí lo de Frei me enseñó mucho, me hizo cambiar, darme cuenta que la medicina no era lo más importante, sino mi familia". Tras la muerte del ex presidente, Larraín perdió el contacto con los Frei. "Tiempo después me encontré con Eduardo Frei en un funeral y nos saludamos. Y hace unos años la Carmen me llamó, ya que Eugenio Ortega y el abogado de la familia, Álvaro Varela, querían conversar conmigo", dice. Poco después dio su testimonio en el proceso que lleva el juez Alejandro Madrid.

- ¿De qué se arrepiente hoy?
-Creo que fue un error no haber insistido en la alimentación parenteral, pero no se daban las condiciones.

- ¿Por qué decidió romper el silencio después de 24 años?
Después de observar la segunda cirugía y ver una zona inflamada, quedé con la duda y se lo comenté a mi primo Andrés Zaldívar. Decidimos guardar silencio durante años. El 2004 le relaté lo mismo al ministro Madrid cuando me llamó para interrrogarme. Después de eso quedé libre para decirlo. A mis nietos, además, les debo mi visión, mi realidad. No quiero que la historia se escriba como el doctor que operó al señor Frei y se murió. Soy más que eso.

- Hay muchos que creen que ahora está tratando de limpiar su imagen.
- Siempre mantuve la misma posición: que era una complicación que yo no había visto nunca. Nadie, nadie me puede decir que no lo dije. Para mí fueron muy importantes las declaraciones que acaba de realizar Eduardo Frei en una entrevista por televisión: que la operación en la parte superior estaba impecable y eso los otros médicos no lo han reconocido. Patricio Rojas dijo que era una operación sucia. ¡Si la operación fue preciosa! ¡Yo operaba rebién!

El ocaso

Tras la muerte de Frei su carrera se truncó bruscamente. Muchos médicos le dieron la espalda. Larraín se recluyó en su parcela de Pirque y se apoyó en sus seis hijos. Años después sufriría otro duro golpe: la trágica muerte de su segunda esposa, María Elena Sutil, quien se quitó la vida tras una larga depresión endógena. Larraín se derrumbó y cayó en un profundo estado depresivo.

Poco después, hacia fines del 1983, ingresó como jefe de turno a la Clínica Las Condes, a la cual después se incorporaría como socio y miembro del equipo de cirujanos digestivos. Pero quienes trabajaban con él en ese período coinciden en que ya no era el mismo. "Hay un Augusto Larraín antes de Frei y otro después. Creo que se desestabilizó y asumió una actitud muy a la defensiva como queriendo recuperar el prestigio pérdido", señala un médico.

También comenzó a tener conflictos con pacientes en el servicio de urgencia, debido, dicen, a sus constantes retrasos. En el grupo de médicos de la clínica ya no todos lo consideraban un buen cirujano: a menudo sus criterios e indicaciones médicas no eran compartidas por el resto. Si bien continuó operando, "no evolucionó hacia las nuevas tendencias y los nuevos mecanismos para explicar el reflujo", recuerda un médico internista de la Clínica Las Condes.

Sin embargo, el episodio que detonó su salida de la Clínica Las Condes fue la cirugía que le realizó a la diputada Isabel Allende, en abril de 1997. "Tengo la peor opinión de Augusto Larraín", dijo Allende, quien sufrió varias complicaciones posoperatorias y debió ser intervenida por el médico Arturo Girón.

- ¿Cuál es su versión de lo que le ocurrió a la diputada Allende?
- Ella no entendió lo que comprendieron muchos otros enfermos. Cuando llegó a mi consulta le advertí de la estrechez esofágica que iba a sentir tras la operación. Esta cirugía dejaba el esófago muy apretado y el paciente debía pasar los primeros veinte días ingiriendo sólo líquidos o papilla, hasta dilatar el esófago. Muchos de mis pacientes, en un comienzo, no podían tragar saliva.

Larraín explica que "al tercer día de la cirugía ella se quejó de que no podía tragar. Y en vez de confiar en mí, llegaron muchos doctores y todos opinaban que se iba a desnutrir. Se le podía haber ofrecido alimentación parenteral, pero en la clínica estaban asustados. Y el director médico me llamó y me pidió que le retirara un punto. Yo ya tenía sobre mis hombros el caso de Frei, así es que tuve que acceder y la situación era muy difícil. Estaba solo contra el mundo. La reoperé y desgraciadamente al retirar el punto que pasaba por el esófago y el estómago, contaminé el área operatoria y se le provocó una inflamación".

Luego de eso los cercanos a Allende contactaron a Arturo Girón -el médico de Salvador Allende-, quien la reoperó y limpió la zona. "Isabel Allende cometió el grave error de no confiar en su médico. Estoy seguro que lo de Allende habría pasado en una espera o diez días con alimentación parenteral", asegura Larraín.

El director de la clínica solicitó una investigación interna para saber si la operación había sido correcta o no. Larraín, dice, le pidió a su ayudante que lo respaldara a través de un informe escrito, "pero aunque se lo pedí tres veces, se negó a defenderme. Y en ese momento hubo una personalidad de la Clínica Las Condes, un internista, que me quería mucho y que me dijo: "Augusto, con esos amigos y con esa gente tú no puedes trabajar".

Siguiendo ese consejo, dice el médico, decidió retirarse. "No me echaron, como dicen algunos", se apura en aclarar. De allí partió a la Clínica Avansalud, a dirigir el Centro de Estudios Esofágicos, y sus cirugías desminuyeron hasta que en 2001 dejó de operar definitivamente. El 2003, sin embargo, se trasladó a la Clínica Servet como investigador del Centro Esofágico, donde actualmente tiene su consulta. "Quiero demostrar que todavía tengo fuerzas para hacer investigación. Desde hace un tiempo estoy dedicado a investigar, en conjunto con médicos estadounidenses, una droga para combatir los ronquidos y la apnea simple", señala.



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