Felipe Berríos
Sábado 09 de Enero de 2010
Jill Price es una neoyorquina de más de cuarenta años que desde que tenía ocho recuerda absolutamente todo los detalles de su vida, como si los estuviera viendo en una película. El caso ha sorprendido a los científicos que denominan el fenómeno como “síndrome hipertiméstico”. Entre las hipótesis interpretativas que barajan los expertos que la han estudiado están el desarrollo anormal de alguna parte del cerebro, o el efecto de algún episodio traumático. Lo cierto es que Jill, desde el 5 de febrero de 1980, no olvida ni un instante de su vida. Basta una fecha, una canción o un olor y de inmediato acuden a su mente todos los acontecimientos que entonces vivió. Ella se siente prisionera de su memoria, lo que la hace decir: “No puedo escapar del ayer, vivo en una constante e imparable sucesión de ayeres desfilando furiosamente por mi memoria”.
Parece contagioso el síndrome que ella muestra, pues cuando leí de su caso no lo he podido olvidar. Tal vez porque me ha tocado a menudo experimentar la frustración de olvidarme de algunas cosas, y he conocido a gente que sufre males que le van borrando la memoria de todo, hasta llegar a no reconocer ni a sus propios seres queridos.
Pero añorando tener una buena memoria o mantener la que tengo, nunca había caído en la cuenta de la tragedia que significaría no poder olvidarse de nada y siempre recordar todo lo vivido. En el fondo, acordarse de todo es también no recordar nada.
Podemos deducir que una buena memoria es aquella que teniendo la capacidad de retener recuerdos e información es capaz, también, de saber olvidar. Lo importante es seleccionar bien qué cosas son las que nos conviene recordar y qué cosas es mejor olvidar, como a su vez retener el porqué olvidamos y recordamos. Tal vez el criterio que guíe qué cosas guardamos en nuestro limitado baúl de la memoria para tenerlas a mano y qué cosas descartamos retener en él, sería distinguir qué recuerdos buenos o malos, al recordarlos, pueden ayudarnos a ser cada día mejores personas.
Propicio es tener presente esto en este tiempo de año nuevo, que se caracteriza por los continuos recuentos noticiosos anuales y, ahora, de la década y del Bicentenario. Recorriendo los hechos transcurridos el año pasado, en la década pasada y en el siglo pasado, podemos traer a la memoria los acontecimientos que marcaron al país y al planeta. También podemos deducir los acontecimientos que, como sociedad, no queremos recordar o que quieren que olvidemos quienes seleccionan los resúmenes noticiosos.
Cada uno verá, en su fuero interno, qué le conviene olvidar y qué necesita recordar para actuar en el presente buscando ser un mejor ser humano. Pero este ejercicio también es necesario hacerlo como país. En ese arte de saber olvidar y saber recordar es que es tan importante en Chile la pronta inauguración del Museo de la Memoria, como un lugar donde se conserve y dé visibilidad a las violaciones a los derechos humanos ocurridas entre 1973 y 1990.
No es un gesto odioso, como interpretan algunos vinculados directa o emocionalmente a las violaciones de los derechos humanos. Recordar estos hechos dolorosos es un homenaje a sus víctimas y una necesidad nacional, para asegurarse de que ello nunca más vuelva a ocurrir y así poder ser un país de mejores personas.
Posteado por:
Ciro Cardenas Aldea
09/01/2010 10:28
[ N° 2 ] "No es un gesto odioso"
Sí, claro.
¿Quién recuerda a Antonieta Maachel, la agricultura viuda madre de dos hijos, asaltada por la banda del "Comandante Pepe" con apoyo logístico y financiamiento del gobierno de Allende?
¿Quién honra la memoria de esa señora violada por toda la asquerosa banda que luego celebró su "hazaña" banqueteándose con los alimentos y vinos de la mujer abusada?
¿Dónde en el Museo de la Mentira habrá un lugar para honrar la memoria de esta chilena que no pudiendo sobrevivir la magnitud del oprobio se suicidó en su dormitorio mientras los allendistas reían y bebían?
¿Quién se ha preocupado de la suerte de esos huérfanos, de su legítima propiedad y derecho a vivir una vida digna?
Don Felipe, su columna me provoca asco.
Posteado por:
Arturo Vargas
09/01/2010 10:36
[ N° 3 ] Por que solo desde 1973 a 1990? Un Museo de la Memoria de verdad debiera, a lo menos, "memorizar" desde 1970 a 1990. Las violaciones a los derechos humanos no son una exclusividad de la dictadura de Pinochet, desgraciadamente.
Posteado por:
Arturo Rivera Dominguez
09/01/2010 10:40
[ N° 4 ] Sin perjuicio de recordar los cientos de escándalos, robos y desfalcos de los gobiernos de la concertación, estimo que su columna es una espuria forma de justificar a este conglomerado agonizante. Me aburrí de defenderlo.
Posteado por:
Carlos Acuña Deboni
09/01/2010 10:42
[ N° 5 ] como verà don Felipe su columna nuevamente produce division.
el museo de la memoria està mal, debe ver toda la historia de Chile mejor y no solo post dictatura, no sea inocente padre, los izquierdistas se lo saben por libro, ahora ellos son los defensores de los derechos humanos,
una verguenza.
saludos
Posteado por:
Marcela Romero Bravo
09/01/2010 10:42
[ N° 6 ] Estimado padre Berríos:
Comparto su columna, pero quisiera que me aclarara si está de acuerdo en que Chile recuerde también las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el gobierno de Allende y, posterior al 73, las llevadas a cabo por los frentes violentistas en contra de las FF.AA y Carabineros.
Bajo mi opinión, creo que la memoria de hechos ocurridos anteriormente nos ayuda a no volver a cometerlos, pero debe haber una película completa de la historia. Al omitir, se falta a la verdad y eso es malo, si es malo, no es de Dios.
sábado, 9 de enero de 2010
FACTOR HUMANO: EL MUSEO DE LA MEMORIA
Etiquetas:
EL MUSEO DE LA MEMORIA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario