sábado, 9 de enero de 2010

¿ A FAVOR DE QUÉ LUCHAMOS ¿ y, por tanto, ¿CONTRA QUÉ COMBATIMOS ?


De: Alexander TORRES MEGA

Es imprescindible que logremos responder estas preguntas con la mayor claridad y precisión. Para ello, integramos diversos trabajos doctrinarios a nuestros Círculos de Estudios que servirán de plataforma de lanzamiento a estas reflexiones. Entre ellos, destacamos un valioso texto, recién llegado a nuestras manos, del prestigioso pensador contemporáneo Alberto Mansueti, a través del cual contesta la siguiente interrogante que le sirve de título:

¿Cuál respuesta damos al Socialismo del Siglo XXI?

Sugerimos leer y releer este texto con detenimiento. Cada párrafo contiene ingredientes doctrinarios y fácticos que merecen ser advertidos íntegramente.


Tengamos presente que, defender –tal como hacemos- ciertos valores, principios y derechos (libertad, propiedad, etc.) necesariamente nos lleva, si es que deseamos ser coherentes y consecuentes, a oponernos a todas aquellas doctrinas que niegan esos mismos valores, principios y derechos. Hoy, sin duda, el neomarxismo, en todas su variantes, es nuestro adversario y debemos combatirlo en todos los ámbitos, sin tibiezas ni ambigüedades.



Mansueti comienza por recordar la caída del muro berlinés en 1989 y del imperio soviético en diciembre de 1991, cuando se bajó la bandera roja en el Kremlin y se izó la rusa. Observa el autor que “por llamativos que fueron, esos acontecimientos no marcaron el fin del socialismo, sino sólo de su variedad comunista o marxista-leninista. Y el comienzo no de la restauración del capitalismo -vigente hasta 1914- sino de otra de las mutaciones del socialismo, ahora en varias direcciones a la vez, deslastrados sus partidarios del compromiso de defender ante el mundo una inocultable realidad de altos muros y alambres de púas, cárceles, grises avenidas, viejos carros y largas colas ante mercados vacíos, delaciones, torturas y policías políticas”.

El socialismo pudo regresar así, otra vez, a sus buenos viejos tiempos de “noble ideal”, y “elevado sueño” humanista y futurista, escogiendo para su ardiente defensa a otros “débiles y oprimidos”, no ya del proletariado. Sus enemigos serían los de siempre: la libertad individual, la actividad privada, la familia, el capitalismo, la publicidad, las empresas y el comercio internacional, la razón. Y Dios.

Pero esta vez sus causas serían más amplias, abrazando a los “excluidos” -en general, sin muchas precisiones técnicas sobre plusvalía y “explotación”-: sin casa, sin comida, sin empleo, sin seguro social. Y mujeres y víctimas de la violencia de género y en el hogar, indígenas y no-blancos discriminados, homosexuales y lesbianas, consumidores y usuarios en las garras de las empresas, “fumadores de segunda mano” y especies naturales -la diversidad biológica- o sea el planeta entero.

La gran empresa no sería expropiadas sino chantajeada a cuenta de la “RSE”. Y en cuanto a la religión, el Nuevo Socialismo revistaría contra las iglesias organizadas, pero no contra el “Jesús histórico” ni la vaga “espiritualidad” Nueva Era.

Sin embargo en 1992, Francis Fukuyama, un desprevenido académico de la renombrada Universidad de Harvard, dijo que había llegado el fin de la historia y la muerte de las ideologías. Y algunos otros universitarios, todavía más desprevenidos, le creyeron.


La historia no ha terminado y las ideologías siguen vivas

“Ideología” es un término despectivo para doctrina, aplicado por Marx a los sistemas de ideas falsas y motivadas por angostos intereses de clase; pero hoy son vocablos más o menos sinónimos, sobre todo en el habla corriente. Como sea, ideologías sobran. A nivel mundial, esa fastidiosa, arrogante y cada vez más tiránica socialdemocracia posmoderna y ecofeminista de la “política correcta” (PC), encarnada por el Presidente Obama y los jefes socialistas de la Unión Europea y la ONU. Entre los musulmanes, esa manipulación del credo religioso con fines terroristas que con mal conocimiento de la fe de Mahoma (y ojeriza hacia la religión en general) llaman “fundamentalismo islámico”. Y en América latina, el retorno al socialismo “cristiano” anti-imperialista y patriotero de los ‘70, ahora en el poder, con sus dosis de PC, indigenismo y Derechos Humanos torcidos, representado por los Presidentes tipo Chávez, casi todos ex guerrilleros inspirados en la “Teología de la Liberación”.

Afirma Mansueti que “la religión es buen pretexto para cualquier política, y el mejor pretexto para la peor política: la de saquear y mentir, y matar si viene al caso. El socialismo fue “cristiano” mucho antes de ser democrático, fabiano, lassalleano o marxista. Los franciscanos radicales en la Edad Media fueron tan socialistas como los anabaptistas radicales en la Reforma, y citaban los mismos pasajes bíblicos que los posteriores teólogos de la Liberación metralleta en mano. Karl Marx era un ignoto exiliado alemán encerrado en el Museo Británico, a mediados del s. XIX, cuando los más famosos impulsores ingleses del socialismo eran los anglicanos prominentes de la revista “Christian Socialist”: Charles Kingsley, John Ludlow y muchos otros. La fase atea y materialista en la larga historia del socialismo quizá fue sólo un breve paréntesis: entre 1917 y 1989.

GRAMSCI – COSMOVISIÓN

El socialismo ya no es una ideología “obrera”, y siguiendo los consejos del italiano Antonio Gramsci, se amolda a la mentalidad de la clase media “ilustrada” de nuestra sociedad posindustrial. Ahora no es doctrina principalmente económica o aún política, es toda una cosmovisión integral u holística, una religión laica hecha de emociones y sentimientos y con fuerte acento moralista.

Sus cultores: ecohistéricos, anticonsumistas de la igualdad forzosa y la caridad coactiva, de la “seguridad a todo costo” y del estado-niñera y mamá, militantes de los “pueblos aborígenes”, del feminismo radical y abortista y del homosexualismo, globalofóbicos de las ONGs anti-multinacionales, estrellas rockeras y de Hollywood, comisarios de propaganda de la CNN y Wikipedia, y derecho humanistas revancheros retrospectivos de los ‘70.

Nos hacen creer que vivimos bajo un sórdido capitalismo hipercompetitivo, consumista por un lado y hambreador por el otro, materialista, individualista y egoísta, que además es machista y patriarcal, prejuicioso y discriminador, y que debemos cambiar o al menos “humanizar”, o en su defecto perecer los humanos y todo el “Ecosistema”. Y que debemos tener menos, en lugar de producir más…”

¿Tienen algún “Manifiesto”? Sí. Vea Ud. las teleseries de Sony, Warner, Universal, etc. Sus guionistas han escogido por unanimidad a cuatro grandes villanos: empresa, propiedad privada, iglesia y familia; las cuatro instituciones privadas por naturaleza. Con pocas excepciones, sus representantes -gerentes y propietarios, clérigos, padres y familiares- lucen en la pantalla como torpes e insensibles egoístas, contaminadores y explotadores, retrógrados ignorantes racistas e hipócritas, maltratadores de mujeres y abusadores de niños.

Los héroes son los funcionarios y empleados públicos, a sueldo de sus gobiernos: doctores y enfermeras de hospitales estatales, maestros y profesores de escuelas “públicas”, paramédicos y bomberos, fiscales, policías y sobre todo burócratas de los “servicios sociales” y de las ONGs mundiales, guiados por sentimientos altruistas y no por cálculos egoístas y racionales. Siempre aprovechan para darle su palo a la razón, y su alabanza a las religiones primitivas ocultistas, animistas, espiritistas o panteístas.

Cuando descuidadamente nos hacemos eco de causas “PC” como aquella de la “violencia doméstica”, no pensamos en su agenda oculta: la noción de que el peor enemigo está en el hogar, y que el niño, niña o esposa tiene en el empleado público un mejor cuidador que el padre o marido, porque la familia como institución es obsoleta, y debe sustituirse por las agencias humanitarias estatales.

E igual con las “empresas sociales” tipo Muhammad Yunus (Grameen Bank): el mensaje es que ha fracasado la empresa privada capitalista en competencia abierta, y debe ser reemplazada por entes económicos creados por el Estado a su imagen y semejanza. La “responsabilidad social empresarial” (RSE) es el discurso auto denigratorio del empresariado masoquista (en palabras de mi amigo Leopoldo Escobar). Si lo adoptamos, o si como padres permitimos que el Estado nos sustituya en la educación sexual de nuestros hijos, no estamos siendo consistentes.

Y tras el eco histeria apenas se disimula un feroz ataque contra el Creador que en el libro de Génesis mandó al hombre multiplicarse, dominar la tierra y ser productivo. Según el credo ambientalista, Dios se equivocó en sus cálculos sobre recursos naturales, producción, polución y población mundial, y su mandato encierra insalvables contradicciones. Muchas iglesias cristianas no lo ven, y recomiendan aceptar sin examen el evangelio según Greenpeace, ¡lo cual hacen incontables cristianos profesantes!

Alexis de Tocqueville ya nos había advertido contra una forma insidiosa de autoritarismo totalitario no fácil de identificar, porque no procede de un dictador autocrático o de una oligarquía cerrada, sino de la masa amorfa. No es impuesto de arriba sino de abajo y de los lados, no por una minoría sino por una inmensa mayoría. Vale preguntar si acaso no será este el verdadero socialismo, y el del s. XX nada más que un torpe ensayo fracasado”.-

Servicio de Difusión Selectiva de FLASHESCulturales


Prof. Alexander TORRES MEGA


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