jueves, 7 de enero de 2010

OTRO APORTE PARA EL MUSEO DE LA MEMORIA DEL GOBIERNO



Recordamos con toda solemnidad un hecho terrorista ocurrido el 30 de Agosto de 1983 y que inmoló a un Mayor General del Ejército de Chile, junto a su conductor y escolta, que también se sumaron a la larga lista de mártires de nuestras Fuerzas Armadas de Orden y Seguridad, a manos de delincuentes subversivos.

Un homenaje y postrer tributo a los siguientes miembros del Ejército de Chile:

- MAYOR GENERAL CAROL URZÚA IBAÑEZ (Q.E.P.D.)

- CABO 1° CARLOS H. RIVEROS BEQUIARELLI (Q.E.P.D.)

- CABO 2° JOSÉ DOMINGO AGUAYO FRANCO (Q.E.P.D.)

Asesinados por una acción terrorista del MIR, realizada el 30 de Agosto de 1983.

El General Carol Urzúa Ibañez , nació en Parral el 7 de febrero de 1926, ingresando a la Escuela Militar en 1941, y egresando en 1944 como Oficial del Arma de Ingenieros. Cumplió destinaciones en el país y en el extranjero. Tras su retiro de la Institución fue nombrado Intendente de la Región Metropolitana de Santiago, cargo en el que se desempeñaba al momento de su asesinato. Estaba casado con María Eliana Scheggia Sánchez, tuvo dos hijos, los que al momento de su muerte tenían 15 y 17 años de edad.

Carlos Manuel Riveros Bequiarelli , Cabo 1º de Ejército, tenía 30 años de edad, pertenecía al Arma de Caballería Blindada y estaba destinado a la Central Nacional de Informaciones (CNI).

José Domingo Aguayo Franco, Cabo 2º de Ejército, tenía 34 años, pertenecía al Servicio de Transportes, y estaba destinado a la Central Nacional de Informaciones (CNI).

Autores del atentado: Miembros de la Fuerza Central del Movimiento de Izquierda Revolucionario. Se logró la detención de Jorge Palma Donoso, Susana Capriles Rojas, Rosa Farías Ogas, Carlos Araneda Miranda y Hugo Marchand Moya. Otros autores materiales del asesinato se asilaron en la Nunciatura Apostólica: Pamela Cordero Cordero, Elba Duarte Valle, José Aguilera Suazo y Jaime Yovanovic Prieto.

Descripción del Atentado: El día 30 de agosto de 1983, a las 08.55 horas, desde su domicilio, salió el General Urzúa en su automóvil, conducido por el CB2. (E) José Aguayo Franco y en el que también viajaba su escolta, CB1. (E) Carlos Rivero Bequiarelli. El vehículo abandonó el antejardín de la residencia, situada en la calle La Cordillera Nº 6948 y viró hacia el sur, en dirección a la Avda. Apoquindo, distante aproximadamente veinticinco metros. Al llegar a la intersección, un grupo de sujetos que estaba oculto en una camioneta Chevrolet LUV y que simulaban estar en panne, más dispersos en las inmediaciones, abrieron fuego cruzado contra el automóvil del General Urzúa, con fusiles AKA, FN-FAL y subametralladoras. El vehículo del Intendente recibió 62 impactos de bala, falleciendo en forma inmediata el General Carol Urzúa, su conductor, el CB2° José Aguayo y su escolta CB1° Carlos Rivero.
En el libro "Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación", tomo ll, pág. 675 y 676, se lee textualmente lo siguiente: "Los antecedentes permiten concluir que se trató de un atentado terrorista, donde los autores obraron sobre seguro, impidiendo cualquier defensa de las víctimas ante la agresión. A la Comisión le asiste la convicción de que el Mayor General® Carol Urzúa Ibáñez, el Cabo 1º Carlos Manuel Riveros y el Cabo 2º José Domingo Aguayo, fueron víctimas de una violación de sus derechos humanos, cometida por los militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionario.



Historia de un homicidio El 29 de agosto de 1983 el intendente de Santiago Carol Urzua salió de su domicilio rumbo al trabajo. En el auto le esperaban su chofer y su escolta. El auto avanzó unos treinta metros desde la residencia del oficial de ejército. Eran las 09:05. El semáforo dió la luz roja y el auto se detuvo. En ese momento un grupo de fusileros apostados en la vía pública dispararon sus armas. Sesenta y dos impactos de bala, mataron al intendente, al chofer y su escolta. Me comentaron una vez que cuando los policías abrieron el auto, un río de sangre contenido se desbordó hacia la calzada, como si toda la vida de los hombres muertos se hubiera escapado de un golpe aquella mañana que mataron a Carol Urzúa, el militar que jamás hizo mal a nadie y cuya única razón para el ajusticiamiento fue su calidad de general de Ejército y su papel de autoridad del gobierno de la época.Los fugados fueron eficientes en la huida. El 16 de enero de 1984, en una calculada maniobra irrumpieron armados en la Nunciatura Apostólica. Aún estaba fresco el recuerdo de la mediación papal en el conflicto con Argentina y el grupo jugó su mejor carta, originando un conflicto que les tuvo alojados en la sede diplomática por 82 días, hasta que el 7 de abril, acompañados por el nuncio, enfilaron en un auto rumbo al aeropuerto. Dos partieron a Bélgica y otros dos a Ecuador.En el juicio abierto por la fiscalía militar se condenó a cinco personas que participaron en otras tareas del atentado. Dos cumplieron la pena normalmente, otros tres fueron indultados por el gobierno de Patricio Aylwin que conmutó la pena de presidio perpetuo por la de extrañamiento, en el proceso de perdón colectivo que dicho mandatario practicó para todos los condenados por hechos de sangre cometidos contra carabineros y militares, incluidos los terroristas que participaron en el atentado al entonces Presidente Pinochet, en el que perdieron la vida varios de sus escoltas.Uno de los fusileros, que a su llegada a Bélgica reivindicó el atentado para el MIR y regresó clandestinamente a Chile, murió en un enfrentamiento con Carabineros durante un control de rutina, en la comuna de La Pintana, el 1 de diciembre de 1993, tras extraer de sus ropas una pistola PPK, con la cual hirió de gravedad a un cabo. Otro fue detenido recientemente en Italia, por una orden de captura internacional, pero fue liberado inmediatamente, entre otras razones porque el homicidio del intendente fue considerado ''político'' y porque no existe tratado de extradición con nuestro país. En suma, los autores directos del asesinato del intendente continúan libres, tal como los otros que en democracia mataron al senador Jaime Guzmán y huyeron en un helicóptero desde la cárcel de Alta Seguridad.La familia del intendente asesinado sabe que no habrá justicia para el crimen del jefe de familia. Lo han aceptado como muchas familias de militares y carabineros cuyos seres queridos han muerto a manos de la violencia política. Me queda una duda: ¿acaso las vidas humanas tienen distinto valor, dependiendo del lado en que está el sujeto?
Waldo Ortega Jarpa



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