lunes, 3 de mayo de 2010

PREDICA DE MONSEÑOR CRISTIAN PRECHT BAÑADOS, EL DOMINGO 21 DE MARZO DE 2010, POR TVN.


Fuente: Despierta Chile.

Nota de la R.:

En este “Especial del mes de Mayo”, es gratificante para “Despierta Chile” transcribir las palabras del ex Vicario de la Solidaridad en tiempos del Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden, hoy Vicario General Pastoral, Monseñor Cristián Precht Bañados, en su prédica de la misa que oficiara por Televisión Nacional de Chile, a todo el país, el 21 de Marzo de 2010.

Quien cumpliera un rol protagónico de tanta relevancia en esos años, es un referente moral digno de seguir, en momentos en que la Unidad Nacional debe prevalecer entre todos los chilenos, e imponerse sobre la odiosa consigna de “ni perdón ni olvido”, Y PERDÓN… ¿POR QUÉ NO?

“Tenemos en esta vida cosas tan graves como este cataclismo que hemos sufrido. Pasan muchas cosas y muchas cosas se han comenzado, pero una de ellas es que tendemos a seguir mirando para atrás.

De hecho, nos juntamos y comentamos: ¿Qué te pasó? ¿Qué nos pasó? Y miramos para atrás y hay razones para hacerlo. Pero corremos el riesgo, como la mujer de Lot, que miró para atrás y quedó convertida en sal, por no seguir caminando hacia delante. Yo creo que eso nos sucede a nosotros también, con el terremoto. Y sucede en muchos casos de la vida, en que miramos para atrás y sobre todo con viejitos como yo, que miramos mucho para atrás.


Hoy día el Evangelio, desde la primera lectura, nos trae una invitación para mirar hacia delante. He aquí que estoy haciendo algo nuevo, ya está brotando ¿no lo ven? Esa es la palabra del Señor, y algo tan nuevo como abrir ríos en el desierto, son cosas impensables. Yo creo de verdad, que para reconstruir nuestro país, moralmente, material y espiritualmente, hay que mirar hacia delante.

¿Qué desafío tenemos por delante? ¿Qué tierra le vamos a entregar a los hijos y a los nietos? En este Bicentenario del país, ¿Qué país vamos a reconstruir? ¿En qué fundamento lo vamos a poner? Para eso, hay que tener la osadía y la audacia de mirar hacia delante. Por eso San Pablo, en su lectura, dice: “para mirar hacia delante yo he puesto toda mi confianza en Jesús”. Es una lectura preciosa. Como que para mí, todo es basura, todo es pequeño, se puede botar, en comparación a la experiencia de haber conocido a Jesucristo. No es que yo lo haya alcanzado, dice San Pablo, sino que me descoyunto mirando hacia adelante para ver si lo logro, porque el Señor va caminando siempre delante de nosotros, mostrándonos el camino, guiándonos hacia el buen puerto. Y hoy día nos da una piedra muy sólida sobre la cual construir nuestra convivencia, la casa espiritual, el templo vivo, que somos nosotros, y esa piedra fundamental de la convivencia, es el perdón. El perdón es uno de los ejemplos más preciosos del Evangelio, en que le llevan al Señor, una mujer, y a los escribas y a los doctores de la Ley, les importaba un bledo la mujer; la usan como una cosa para ponerlo a prueba. Lo que querían era tener una razón para condenar a Jesús y se valen de esta pobre mujer. Verdad o mentira que la hayan sorprendido en el acto de adulterio, porque eso lo dicen ellos. ¡Vaya a saber uno si es verdad o mentira! La Ley efectivamente decía, como sucede aún en algunos países de oriente, que esas tales debían morir a pedradas.

¡Qué cosa más genial es lo que hace Jesús! Los escucha vociferar y señala en la tierra, en el templo de Israel, el lugar más santo, esta frase fantástica: “EL QUE ESTÉ LIBRE DE PECADO, QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA”. Comenzando por los más viejitos, porque los más viejitos tenemos más historia, finalmente se fueron todos.

“¿Dónde están los que te condenan? Nadie te ha condenado. Yo tampoco te condeno. ¡Ándate en Paz!, ¡Ándate en Paz y no peques más!” Ese es nuestro Señor y con razón a uno lo enamora, porque nos habla de algo nuevo, de la misericordia y del perdón, y cuando queremos hacer nuestra vida, si hay algo nuevo, es importante que incorporemos el perdón, dentro de los ladrillos fundamentales de nuestra edificación.

Sin perdón no hay futuro. El amor, cuando llega a la audacia del perdón, es el amor que madura: el de esposo y esposa, entre padre e hijo, entre amigo y amigo, entre adversarios políticos, entre la historia que hemos vivido en el pasado y la historia del futuro.

Si no ponemos como fundamento la capacidad de darnos el perdón, falta un ladrillo fundamental. Y esto es nuevo, totalmente novedoso, nuevo de Jesús de Nazaret. Nadie más que ÉL trae al mundo un perdón, por el cual es capaz de dar su propia vida. Y cuando nosotros venimos llenos de rencillas, las rencillas son pasado: “porque lo que tú me hiciste en el pasado…”, “porque tú me ofendiste…”, “porque tú me…”

¿Se fijan? Son todas cuitas del pasado y cuando no nos perdonamos, quedamos mirando hacia atrás, como esa mujer que se convirtió en estatua de sal. En cambio, cuando yo perdono a futuro: “es verdad que tú me ofendiste en el pasado, pero tú eres más importante que la ofensa que me hiciste y por eso yo te doy mi confianza. Comencemos de nuevo. Yo te creo. En verdad me dolió mucho –en el pasado– pero quiero construir contigo un futuro. No quiero construir pasado, quiero construir futuro”.

El perdón tiene la gran cualidad de hacer todo nuevo. He aquí que estoy haciendo nuevas todas las cosas. ¿No lo ven? Está surgiendo ¿no lo ven? Y todos los que tienen la audacia de perdonar, se dan cuenta que empieza algo nuevo, totalmente novedoso en la vida.

Yo creo que una vez lo conté. Tengo mucho cariño por el sacramento del perdón y una de las razones es por mi padre. Yo tenía la edad de 15 o 16 años. Iba saliendo a un campamento del colegio y se produjo una discusión en la mesa. ¡Raro!, porque mi padre y mi madre eran de esos viejitos que discutían en su pieza, pero los hijos no sabían, y mi padre al discutir pegó en la mesa y ¡caramba!, mi madre se puso a llorar y dijo que mi papá la había pasado a llevar. Yo tuve que irme en ese momento. Me fui así, preocupado, y a los 5 minutos llegó mi padre al colegio: “M’ hijito, vengo a despedirme y a pedirle perdón. Si m’ hijito. Yo le di un mal ejemplo recién. Su mamá y yo nos queremos muchos y estas cosas pasan, de casados, pero ya nos pusimos bien. Le ruego que me perdone por el mal ejemplo que le di”.

¡Mi papá pidiéndome perdón a mí! Me impresionó tanto, se lo agradezco tanto, y creo que con él aprendí que el perdón siempre abre caminos nuevos. ¿Qué tal si hoy día nos regalamos el perdón en el hogar, en la casa? ¿Qué tal si hoy día hacemos un voto de perdonar las convivencias, las cuitas del pasado, para hacer un futuro en que tenemos mucho que perdonarnos mutuamente?

Hay gente que está en la cárcel, porque nunca los hemos perdonado: por delitos políticos, por derechos humanos, por otros delitos. ¿Seremos capaces como país de darnos la mano y empezar algo nuevo?

“El que no tenga pecado, que tire la primera piedra”. ¡Ese es Jesús!”

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