miércoles, 13 de octubre de 2010

CARTA A CRISTINA



DEL BLOG DE HERMÓGENES


Querida Cristina: El 2 de octubre di cuenta de la carta que me enviaste a propósito del caso Apablaza, y si no la contesté antes fue porque el país ha estado enfrascado en otros asuntos absorbentes, en particular la situación de los mineros, en que yo he debido terciar para cumplir la obligación de dar mi opinión, con el resultado conocido, es decir, de que nadie me haga caso; pero, con todo, dejando constancia de ella para la historia, aunque sea equivocada. Pues respecto de los mineros he estado en desacuerdo con que se "encamise" (tú, que adheriste a los "descamisados" de Perón comprenderás que el término no implica un desacuerdo doctrinario) sólo 96 metros de la perforación y no los 600 y tantos del total de ella, como yo propicio. Parece que nadie, una vez más, me hará caso, y si todo resulta bien, como unánimemente deseamos, lo único que se probará será algo de ordinaria ocurrencia: que yo estaba, una vez más, equivocado. Y si no, no quiero ni siquiera pensarlo.
Lo que te quería comunicar es que tu decisión sobre Apablaza ha venido a consolidar de una manera muy esclarecedora la plena vigencia de la institucionalidad chilena real.
El primer precepto en que ésta se basa es el de que, si un terrorista mata a un militar o a un civil, aunque éste sea un senador, no comete un atentado contra los derechos humanos. Pero si un militar mata a un terrorista, en ese caso sí existe un atropello a los derechos humanos.
En esta norma fundamental de nuestra institucionalidad real está todo Chile de acuerdo, salvo yo, claro, pero es sabido que acá, como te dije, nadie me hace caso.
El segundo precepto de esa institucionalidad es un corolario del anterior y reza que los militares que matan terroristas deben ser condenados y los terroristas que matan a militares o, para el caso, a quien sea, deben ser perdonados. Al dar tú refugio a Apablaza has hecho carne en la relación trascordillerana (espero que encuentres acertado este nuevo término que he acuñado para describir el vínculo entre nuestros países, que, creo, es original mío, pero tiene ribetes de pomposidad que lo harían acreedor a haber sido inventado por un compatriota tuyo), tu respeto por nuestra institucionalidad real.
El tercer precepto fundamental de ésta establece que, no obstante lo anterior, el país puede felicitar efusivamente a otros países que hagan lo contrario de lo que aconseja nuestra institucionalidad real, sin desmedro de ella. Es decir, Chile puede apoyar, aplaudir o felicitar a esos países, por ejemplo, por la aniquilación de terroristas por parte de sus militares, como en el caso de nuestra nación amiga, Colombia, o de los Estados Unidos, que los liquida por decenas mediante aviones de control remoto; o de Israel, que les apunta tan precisamente a los jefes terroristas desde helicópteros artillados. En esos casos las respectivas acciones son consideradas por nuestro gobierno como realizadas en defensa de los derechos humanos, precisamente a la inversa de lo que señala la institucionalidad chilena real para el caso interno. Ella admite, sin un atisbo de contradicción ni literal ni moral, que nuestro predicamento sea el contrario para el caso externo.
El cuarto precepto de nuestra institucionalidad real, que resulta respaldado por tu decisión de acoger a Apablaza, es que cuanto se haga en orden a proteger a los terroristas nunca puede ser motivo de sanción contra nadie. Por ejemplo, el artículo 60 de la Constitución formal (no real), que establece la cesación inmediata en su cargo de los parlamentarios que apoyen formas distintas de las indicadas en la misma Constitución y las leyes para introducir cambios a éstas, como lo sería una huelga de hambre para obligar a modificar una ley antiterrorista, no debe dar lugar a la cesación en su cargo de los diputados socialistas y comunistas que hicieron huelga de hambre en apoyo a la de los terroristas que buscan (y han conseguido mediante esa presión) dichos cambios.
El quinto precepto de nuestra institucionalidad real, corolario también de los anteriores, es que no debe indultarse jamás a un militar condenado por actos contra terroristas y sí debe perdonarse, como de hecho lo ha sido Apablaza, gracias a tu intercesión, a todo terrorista que haya delinquido o quitado la vida a civiles o militares en el ejercicio de su digna profesión. En Chile el actual gobierno, en cumplimiento de esta norma de la institucionalidad real, ha denegado los indultos incluso a uniformados in artículo mortis y, por supuesto, lo seguirá haciendo, como ya lo ha hecho, respecto de altos oficiales (r) octogenarios y muy enfermos, aunque su actuación para los efectos de haber dado muerte a terroristas no esté probada o sólo lo esté, como en un caso específico sucede, por un dudoso llamado telefónico que el responsable directo de esas ejecuciones afirma haber recibido de su superior, debilísima presunción que le ha significado, en ese caso específico, presidio perpetuo al autor de la llamada.
Quería comunicarte mi plena conciencia del importante papel que tu respaldo a la institucionalidad real chilena vigente ha significado y la completa certeza de que, contra lo que algunas voces mínimas, insignificantes y aisladas han manifestado, la relación trascordillerana, es decir, la que hay entre tu gobierno y el que tenemos acá, el cual de hecho ha confirmado todos los aspectos antes descritos de nuestra institucionalidad real, ha resultado fortalecida.
(Al pie de la carta vienen expresiones elementales de cortesía que omito y mi firma, la cual, en todo caso, no sabría cómo reproducir).
Publicado por Hermógenes Pérez de Arce

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