viernes, 26 de noviembre de 2010

PILOTO JOSÉ AUIL SE CONFIESA TRAS SU RESCATE



José Auil se confiesa tras su rescate en la cordillera:
"Cuando me encontraron los arrieros, yo ya estaba bastante frágil"

El piloto del planeador dice que volverá a la montaña para agradecerles a los desconocidos que le salvaron la vida.

Tiago Costas
El Mercurio

Dice que no sabe sus nombres, pero que está vivo gracias a ellos. Se refiere a los dos arrieros que le dieron alimento y refugio. José Alberto Auil Petermann (46), el piloto de planeadores que se extravió el domingo pasado en la zona cordillerana de Putaendo, en la Quinta Región, entregó un detalle pormenorizado de los casi tres días que pasó perdido.

"Yo no sé cómo le voy a dar las gracias a tanta gente", confiesa.

"Mi plan de vuelo era ir al norte hasta la mina Los Pelambres y luego regresar por Santiago, cruzar hacia Rancagua y lograr los 500 kilómetros", relata Auil.

Pero la idea se vio frustrada: "De pronto, empezaron a haber condiciones fuertes en la montaña. (...) Había una serie de formaciones nubosas y se anticipaba que venía una tormenta. Luego, dadas las condiciones meteorológicas, la alternativa más segura era aterrizar. De ahí para adelante empezó la situación de superviviencia".

Una vez en tierra, debió soportar un durísimo panorama: "Traté de subir (la montaña), pero rápidamente me di cuenta que estaba apunado, que no me daba el aire con la altitud para poder cruzar. (Ahí) traté de bajar, siguiendo las aguas, a una zona con mejor oxígeno y donde la temperatura no fuera tan fría... El primer día (domingo) bajé unos 10 kilómetros".

Según Auil, "en ese momento viene a la mente un montón de imágenes sobre la familia, las personas que uno quiere, las preocupaciones que uno está causando".

El odontólogo asegura que nunca se echó a morir, que decidió "seguir avanzando sin parar". Su primera noche en la montaña la pasó acurrucado en su paracaídas y bajo una roca, pero sin dormir.

Un encuentro mágico

Al día siguiente siguió avanzando. Caminó cerca de 40 kilómetros en dirección hacia Argentina. "Pero de repente empezó a llover, estaba entero mojado... Me dije: 'bueno, ahora qué hago'", relata.

Y se emociona al recordar: "Cuando me encontraran los arrieros, yo ya estaba bastante frágil, ya no había nada más que pudiera hacer de mi parte, ni decisiones que tomar. Y en ese momento aparecieron ellos, que no se de dónde salieron, que no sé quién los puso ahí y que para mí fue un evento supermágico y milagroso".

Auil confiesa que los baquianos lo miraron con recelo inicialmente. "El primer arriero se fue andando adelante, el segundo partió, y yo empecé a caminar, pero no les podía seguir el ritmo. Empezó a nevar fuerte y ahí el 'gallo' me miró y me dijo 'súbase'. (...) Esos 'gallos' me salvaron la vida".

El dentista cuenta que los tres llegaron hasta un refugio donde pasaron la noche. Al día siguiente los arrieros continuaron su viaje y volvieron antes de oscurecer. "El compromiso era que la mañana siguiente (miércoles) me iban a ayudar a cruzar la frontera", relata Auil, quien se alimentó con pan, té, una cebolla y media papa que le dieron los arrieros.

"La otra mitad se la comieron los ratones, que allí abundan", revela.

Hasta que llegó el feliz miércoles: "El primer avión lo vimos pasar lejos, pero después cuando apareció 'Perico' (Eduardo Boisset) en el rescate, me sacó con una maniobra bien de película. Fue espectacular, me sentí muy protegido y cuidado en ese momento. Sin embargo, esa forma de salir tan brusca no me permitió despedirme de los arrieros. Yo los voy a ver en el futuro y voy a encontrar la forma de darles las gracias", dice Auil.

Pese a lo vivido, el odontólogo mantiene viva su pasión: "Quiero seguir volando, me encanta".



"En gran parte mi historia tiene un final feliz porque siempre me enfoqué en la cosas en que podía influir. Mantenía la mente ocupada haciendo pequeñas tareas".

"Si uno está apoyado en la tierra y hay un terremoto, uno tiembla mucho. Pero si uno está colgado de su fe y le mueven la tierra, no importa tanto. La fe es esencial".



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