miércoles, 29 de diciembre de 2010

CUATRO AÑOS DE ALGO IMPORTANTE




Valentina ha escrito ayer preguntándome si no diré algo al cumplirse cuatro años de la muerte de Pinochet. Por supuesto que lo debo hacer, no por razones sentimentales ni por quebrar lanzas en la pugna ideológica, sino por la importancia de esa figura para Chile.


¿Cuántos próceres hay que hayan incidido de manera tan profunda en los destinos del país? Se podrían contar con los dedos de una mano, y sobrarían dedos.


Pinochet no era un genio intelectual ni un gran orador que electrizara a las masas ni tenía formación de estadista, pero sí lo caracterizaban tres rasgos que lo convirtieron en el hombre adecuado para el momento preciso de la historia: tenía intuición, era valiente y trabajaba incansablemente.


No tenía formación económica y, sin embargo, intuyó cuál modelo, entre los que se le ofrecían, que eran variados, y cuáles personas, entre las que se los presentaban, eran las adecuadas para llevarlo a cabo en el país. ¿Nos hemos dado cuenta los chilenos de que las políticas económicas del Gobierno Militar hicieron escuela en el resto del mundo y, todavía más, en las propias naciones que sustentaban el modelo absolutamente opuesto y se habían prometido aislar y aplastar al Gobierno Militar chileno?


Tuvo un temple y un coraje excepcionales para enfrentar lo que en un momento pareció una guerra inminente, en la cual pocos dudaban que participarían los tres países vecinos de Chile. Además, debió combatir al enemigo interno, que gozaba del apoyo de la segunda gran potencia mundial y de todos sus países satélites, además de los "compañeros de ruta" europeos y norteamericanos de la izquierda. Y Pinochet sacó al país adelante en paz y sin ceder un milímetro de territorio.


Recorrió Chile entero, hasta sus más recónditos lugares. La Concertación se preoccupó, durante sus veinte años, de extirpar todos los testimonios de las obras de Pinochet y así como las placas recordatorias de los puentes de la Carretera Austral Presidente Pinochet fueron sacadas (y cambiado el nombre de ella), también lo fue la que recordaba la inauguración del Hospital del Profesor y hasta los testimonios conmemorativos que había en la Escuela Militar.



Porque este país es así. Malagradecido y traidorzuelo.


La misma intuición genial la tuvo en el orden social y en el político. En el primero, apoyando reformas tan señeras como las económicas y de trascendencia fundamental, como los procesos privatizadores en la previsión, en la salud y en la educación, donde, gracias a la libertad que otorgó, surgieron decenas de universidades privadas de primer nivel que hoy forman a muchos miles de chilenos que antes no tenían acceso a la educación superior.


Y su Constitución, que hasta hoy nos rige, le dio estabilidad política a la nación, lo que no podrá ser borrado por la pequeñez del que extirpó de ella el nombre de su gestor y puso allí el propio, en un escamoteo que lo retrata de cuerpo entero.


Hasta tuvo éxito en cosas en que no se lo propuso, como la caída del Muro de Berlín y de todos los socialismos reales, con excepción de unas pequeñas pústulas restantes de los mismos que desaparecerán más temprano que tarde. Porque el imperio soviético se propuso, como "caballo de batalla" para derrocar a la Junta chilena, promover el tema de los atropellos a los derechos humanos. Grave error de parte del Eje del Mal, porque, a fines de los '70, las naciones democráticas les dijeron a las dictaduras totalitarias, "está bien, exijámosle a Pinochet respetar los derechos humanos, pero empiecen ustedes por respetarlos en sus propios países". Gorbachov aceptó el desafío y, como no pueden coexistir el socialismo con la libertad, el imperio soviético se vino al suelo, la Cortina de Hierro debió abrirse y el Muro de Berlín fue echado abajo en pocos días. No lo hizo Pinochet, ciertamente, pero sucedió porque hubo un Pinochet.


Entonces ¿cómo no decir algo al cumplirse un cuarto aniversario de su partida? El pueblo chileno sabe, en lo íntimo de su conciencia, que él fue su estadista màs importante del siglo XX. Por eso, como relaté alguna vez, cuando un amigo mío, recién aparecidos los nuevos billetes de 20 mil pesos, le pasó uno al expendedor de bencina que le había llenado el estanque, diciéndole: "Este nuevo billete trae la efigie de mi general Pinochet", recibió la siguiente respuesta: "No, señor, eso no puede pasar ahora, pero sucederá en sesenta años más".


La sabiduría popular, pues, concuerda con Valentina: hoy es una fecha digna de recordar.

Publicado por Hermógenes Pérez de Arce.

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