SERGIO MELNICK
Tengo la mejor impresión del senador Walker, presidente de la DC. Creo que es un aporte para la política nacional, porque eleva el promedio de nuestra querida clase “politiquensis chilensis”. Como todos nosotros, él también tiene sus caídas. Pero es diferente la caída de un honorable senador de la República que la de quien no representa a nadie más que a sí mismo, como un simple columnista: los líderes deben ser mejores al promedio, de otro modo no hay progreso posible.
Don Ignacio ha dicho: “Si el gobierno ha hecho toda esta parafernalia para diferenciarse de la Presidenta Bachelet y el 27-F, yo digo que hay que ser muy miserable”.
Qué tal, amigos. Miserable es un adjetivo harto fuerte. De acuerdo al diccionario, significa infeliz, desdichado, abatido, de escasa cuantía o valor, avariento, mezquino, tacaño, malvado, abyecto, canalla, perverso, roñoso. Deriva del equivalente latino miserabilis .
Lo primero es preguntarse por qué ha reaccionado de manera tan agresiva, no siendo él de ese carácter y tratándose incluso un hombre de fe. ¿Qué estará pasando en la Concertación para que una legítima comparación entre gestiones genere tal grado de virulencia por parte de su líder principal? Lo razonable hubiese sido demostrar con antecedentes concretos que la gestión anterior fue igual o mejor a la actual, pero no descalificar tan fuertemente al adversario político. ¿Volveremos de a poco a las descalificaciones de la UP ? Roguemos que no.
Las imágenes que todos vimos en la Onemi el 27-F, con una Presidenta que no sabía qué hacer; con los teléfonos satelitales guardados en la bodega, como sabemos ahora; con un ministro Vidal que partió para La Moneda en vez de a la Onemi , porque no había protocolos; con una posterior ola de saqueos que todos veíamos en la televisión, menos el Gobierno, que no sacaba a los militares por razones ideológicas, eran simplemente una comedia como las de los tres chiflados.
Entonces, aunque los episodios de emergencia son diferentes, el impecable funcionamiento del Gobierno merece una comparación legítima. Y ya que el senador me la deja rebotando frente al arco, me pregunto: si para él fue miserable esta comparación del Gobierno actual, ¿cómo calificaría algunas de las muchas actuaciones del gobierno que defiende?
En un país con extrema pobreza, ¿podemos acaso darnos el lujo perder miles de millones de dólares en los ferrocarriles, simplemente por mala gestión y voluntarismo político? ¿Podemos cometer estropicios increíbles, como el Transantiago, que también cuesta recursos gigantescos que debieran ir a la pobreza? ¿Y cómo podemos calificar a las ratas comiéndose los remedios en la Cenabast ? ¿Podemos darnos el lujo de destrozar la Enap y perder más de US$ 1.000 millones, y dejarla con una deuda de más de US$ 4.000 millones? ¿Y qué decir de las malas prácticas del Sename, que costaron hasta la vida de algunos jóvenes? ¿Y cómo calificar las listas de espera de cientos de miles de personas del AUGE? Y podríamos seguir con los escándalos de la intendencia de la V Región o de las becas Valech, sin mencionar el aumento sostenido de la delincuencia o los despilfarros e inoperancia de la Conadi. Podríamos además acordarnos de todo lo que ocurrió en el deporte o de los programas sociales mal diseñados y no evaluados. En Educación, las cosas no fueron mejor, y me acuerdo ahora de los 140 abogados, 80 periodistas, 450 viajes al exterior por año. ¿Puede un gobernante socialista gastarse $ 40 millones al mes en flores para La Moneda ?
El gobierno Bachelet terminó con 350 mil pobres más de los con que partió. Todo esto ocurrió en un festival del gasto público que se expandió a más del 10% por año promedio, frente a una magra expansión de la economía del 2,7% promedio anual. Es decir, todos estos estropicios fueron producto de la mala gestión, no de la falta de recursos.
Eso, para no acordarse de quien rasgaba vestiduras contra las dictaduras, pero a la primera oportunidad corría de manera poco decorosa a besar la mano de uno de los peores dictadores de la región, y que celebraba su amistad con el ex dictador alemán, uno de los peores de la historia.
Si Piñera de verdad hiciera recuento sistemático de lo que encontró, eso sí que sería un festín público.
Le reitero, senador, mis respetos, y de verdad me gusta su gestión, pero honestamente creo que se equivocó y le debe una disculpa, humilde y honorable, al Presidente. Eso sólo lo engrandecerá a Ud. y será un ejemplo para todos.
¿Qué estará pasando en la Concertación para que una legítima comparación entre gestiones genere tal grado de virulencia?”
sábado, 19 de marzo de 2011
Carta al senador Walker
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