viernes, 29 de abril de 2011

La Historia la Escriben los... Perdedores





"Excepcional" se titula la crítica de teatro de "El Mercurio" de hoy(24/4/2011), para calificar una obra del escritor de izquierda Guillermo Calderón, "Villa+Discurso", sobre Villa Grimaldi y un discurso apócrifo de Michelle Bachelet.



El crítico llena de elogios a la obra y dice: "No cuesta creer que en el futuro éste será un texto clave para indagar en las heridas abiertas, en las contradicciones sin resolver y cuentas morales pendientes de nuestra nación en las últimas décadas".



¿Serán las cuentas pendientes con la izquierda marxista, pues nunca se le cobraron, aunque armó un ejército clandestino para tomar el poder por las armas y no vaciló en apresar y torturar opositores durante su gobierno?



Tengo dos amigos que fueron torturados por su policía política, sin haber cometido delito (y nadie los ha indemnizado).



Y a uno, después de la tortura, lo interrogó el subdirector comunista de Investigaciones. ¿Serán esas cuentas pendientes y heridas abiertas?



Pero ¿usted está loco? ¿Cómo pregunta eso? Si ellos perdieron la guerra, porque su ejército fue derrotado ¡pero ganaron la posguerra!.



Y entonces ellos escriben la historia. Villa Grimaldi es hoy un museo de propaganda de ellos.



Allí, según el crítico de "El Mercurio", existió "el centro de torturas y exterminio durante la dictadura militar". Y esta obra "excepcional", según nos dice el crítico, lo es porque hace decir a Michelle Bachelet lo que ella, por prudencia política, no dice.



La "sincera".

¿"Sincera"? La historia oficial dice que Michelle fue torturada en Villa Grimaldi.



Pero la verdad la dijo ella en una entrevista de TV que yo vi: "No fui torturada".



Es que era en los tiempos en que recién comenzaba a ser figura pública.



Ella añadió que su madre había sido torturada, pero esto no era verdad: la señora Angela Jeria reconoció, con gran integridad, que había sido tratada soezmente, pero no torturada.



Todo esto está documentado en mi libro "Terapia para Cerebros Lavados".



En esta obra de teatro "excepcional" (para el crítico de "El Mercurio") se despliega sobre el escenario un cartel que dice (sobre Villa Grimaldi): "Lo que sucedió en esta casa, sucedió también fuera de ella.

El terrorismo de estado operó sobre el corazón del país".



Así escriben la historia los derrotados en la guerra subversiva que ellos iniciaron:

¡Chile entero fue una Villa Grimaldi, centro de torturas y exterminio! Y en "El Mercurio" se nos dice que en el futuro éste será un "texto clave" de nuestra nación.



Por supuesto, si alguien se aventurara a preguntarles a quienes trabajaron en Villa Grimaldi, que efectivamente fue un centro de detención de elementos terroristas y subversivos, particularmente del MIR (por su condición de ayudista de éste fue detenida durante cinco días allí Michelle Bachelet), se encontraría con una historia completamente distinta.



Desde luego, en un país en que había veinte mil extremistas armados (diez mil locales, reconocidos por Altamirano; y similar cantidad de extranjeros, documentada por la OEA), era preciso tener centros de detención e interrogación.



Pero, por las condiciones del lugar, era imposible que fuera "un centro de torturas y exterminio".

Sus paredes delgadas, medianeras con comercios en funciones, que daban a la calle, lo hacían impensable: los gritos de los supuestos torturados los habrían oído hasta los transeúntes, y las monjitas de enfrente.



Sí, las monjas de un convento que existía al frente, y que llevaban diariamente la leche para el consumo del lugar. Ellas no habrían podido menos que horrorizarse y advertirlo.



El "torreón de la muerte" de la Villa Grimaldi, que ha fabricado la literatura izquierdista, era, según un oficial que trabajó ahí, una estructura usada para guardar materiales y no para interrogar o apremiar a personas.



Bueno, pero esa es la versión de los que trabajaron ahí, los uniformados, los que ganaron la guerra. Ahora la historia la escriben los perdedores.



Y así no más es. ¿A quién le va a creer usted, a un brigadier, persona reconocidamente honorable, que estuvo por años en Villa Grimaldi, o a un escritor de extrema izquierda dedicado a divulgar un mito?



Al segundo, por supuesto. ¿Usted le va a creer a Michelle Bachelet I, cuando precisó que había sido detenida, pero no torturada (y estaba bien detenida, porque era ayudista del MIR, véase su biografía no desautorizada), o a Michelle Bachelet II, "torturada por Pinochet" (sic) según la revista "Time".

A la segunda, por supuesto.



No satisfechos con reescribir la historia, los perdedores ahora nos anuncian que ésa ni siquiera es la definitiva historia, que será mucho peor.



Nos dicen que Michelle Bachelet, por prudencia política, no se ha atrevido a contarla, pero que el día en que la cuente, sólo ahí se va a poder "indagar en las heridas abiertas, contradicciones sin resolver y cuentas morales pendientes", que de ninguna manera son las que deberían haber rendido los que iniciaron la violencia en Chile, quisieron convertirlo en un estado totalitario y, hoy día, reciben trescientos millones de dólares de indemnizaciones al año por el perjuicio que sufrieron al no permitírseles mandar a sus oponentes políticos a gulags como los que existían en el país que servía de ejemplo a Salvador Allende y él consideraba nuestro "Hermano Mayor".

Hermógenes Pérez de Arce



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