Christian Lomakin, Profesor de Economía Universidad Mayor
La actitud realista frente a las utilidades y el “lucro” en las democracias modernas no está en condenar su existencia, sino en resolver sus excesos.
El debate educacional (acompañado de vandalismo y muerte) de los últimos meses entre el gobierno y algunos dirigentes estudiantiles y docentes se ha centrado en el concepto del “lucro”. En las sociedades hispánicas se usa mucho este concepto de connotación negativa que parece condenar toda obtención de rentas en una actividad económica. La economía teórica es más exacta y distingue, al menos, cuatro conceptos: las ganancias normales, las sobre normales, las rentas monopólicas y las rentas puras o ricardianas. No todas tienen el mismo valor y significado económico. Aunque las tres últimas podrían ser discutibles para el funcionamiento del sistema, las ganancias normales son imprescindibles para inducir a un empresario a organizar un negocio y proveer un servicio con tiempo, recursos y capital. Este es el descubrimiento, siempre polémico, del teólogo y economista escocés Adam Smith y su mano invisible ya en el siglo 18. Años más tarde, Karl Marx condenó “el lucro” en todas sus formas llamándolo, ahora, “plusvalía”. Para él, toda ganancia no lograda con trabajo físico era “explotación” del trabajo y los pagos al trabajo eran los únicos legítimos. Esta crítica permitió a Marx justificar la creación de un Estado omnipresente en la provisión de bienes y servicios para evitar las ganancias privadas. Las exigencias de los actuales dirigentes estudiantiles, que parecen condenar toda forma de utilidad en el sector educacional, tienen, entonces, un fundamento marxista. Una sociedad sin ninguna forma de utilidades no puede funcionar sin que el Estado sea el único actor productivo. Y este concepto no sólo perjudica la eficiencia económica, sino que es contrario a la democracia real y a la libertad personal. La actitud realista frente a las utilidades y el “lucro” (prefiero el primer concepto) en las economías y democracias modernas no está en condenar su existencia, sino en analizar y resolver sus excesos y desviaciones. Y esto, generalmente, se logra con más mercado y competencia y no con menos.
domingo, 11 de septiembre de 2011
¿Una Sociedad Sin Lucro?
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