miércoles, 29 de agosto de 2012

HISTORIA DE UN HOMICIDIO



EL SUR.

Historia de un homicidio

El 29 de agosto de 1983 el intendente de Santiago Carol Urzua salió de su domicilio rumbo al trabajo. En el auto le esperaban su chofer y su escolta. El auto avanzó unos treinta metros desde la residencia del oficial de ejército. Eran las 09:05. El semáforo dió la luz roja y el auto se detuvo. En ese momento un grupo de fusileros apostados en la vía pública dispararon sus armas. Sesenta y dos impactos de bala, mataron al intendente, al chofer y su escolta.
Me comentaron una vez que cuando los policías abrieron el auto, un río de sangre contenido se desbordó hacia la calzada, como si toda la vida de los hombres muertos se hubiera escapado de un golpe aquella mañana que mataron a Carol Urzúa, el militar que jamás hizo mal a nadie y cuya única razón para el ajusticiamiento fue su calidad de general de Ejército y su papel de autoridad del gobierno de la época.
Los fugados fueron eficientes en la huida. El 16 de enero de 1984, en una calculada maniobra irrumpieron armados en la Nunciatura Apostólica. Aún estaba fresco el recuerdo de la mediación papal en el conflicto con Argentina y el grupo jugó su mejor carta, originando un conflicto que les tuvo alojados en la sede diplomática por 82 días, hasta que el 7 de abril, acompañados por el nuncio, enfilaron en un auto rumbo al aeropuerto. Dos partieron a Bélgica y otros dos a Ecuador.
En el juicio abierto por la fiscalía militar se condenó a cinco personas que participaron en otras tareas del atentado. Dos cumplieron la pena normalmente, otros tres fueron indultados por el gobierno de Patricio Aylwin que conmutó la pena de presidio perpetuo por la de extrañamiento, en el proceso de perdón colectivo que dicho mandatario practicó para todos los condenados por hechos de sangre cometidos contra carabineros y militares, incluidos los terroristas que participaron en el atentado al entonces Presidente Pinochet, en el que perdieron la vida varios de sus escoltas.
Uno de los fusileros, que a su llegada a Bélgica reivindicó el atentado para el MIR y regresó clandestinamente a Chile, murió en un enfrentamiento con Carabineros durante un control de rutina, en la comuna de La Pintana, el 1 de diciembre de 1993, tras extraer de sus ropas una pistola PPK, con la cual hirió de gravedad a un cabo. Otro fue detenido recientemente en Italia, por una orden de captura internacional, pero fue liberado inmediatamente, entre otras razones porque el homicidio del intendente fue considerado ''político'' y porque no existe tratado de extradición con nuestro país. En suma, los autores directos del asesinato del intendente continúan libres, tal como los otros que en democracia mataron al senador Jaime Guzmán y huyeron en un helicóptero desde la cárcel de Alta Seguridad.

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