lunes, 13 de agosto de 2012

JUZGAMIENTO DEL GOBIERNO MILITAR






Pablo Rodríguez Grez

Nuestros tribunales parecen estar empeñados en juzgar al Gobierno Militar después de 15 años de haber éste concluido. En verdad, y esto debe reconocerse, no se respetan a su respecto principios e instituciones básicos, como el debido proceso legal, la cosa juzgada, la prescripción, la amnistía, la legalidad del delito y la pena, etcétera. Para dar una imagen de juridicidad a sus resoluciones, se recurre a diversas ficciones e interpretaciones, muchas de las cuales, incluso, consisten en dilatar una decisión, atendiendo al estadio procesal de cada juicio. Un ex Presidente de la República se permitió fijar, en oficio dirigido a la Corte Suprema, el alcance que debía darse al Decreto Ley Nº2.191, que amnistía los delitos de connotación política cometidos entre el 11 de Septiembre de 1973 y el 10 de Marzo de 1978, dándosele plena aplicación a los perpetrados por terroristas de extrema izquierda y negándosela a los miembros de las Fuerzas Armadas y de Orden que los combatían. Instar por una investigación exhaustiva de lo ocurrido para luego declarar extinguida la acción penal, sólo tiene una finalidad política que se ha explotado al límite y con generosos dividendos. Sostener, en consecuencia, que entre nosotros existe un pleno “estado de derecho” choca frontalmente con esta realidad que nadie, con un mínimo de objetividad, podría negar.
Los chilenos deberían comprender dos cosas fundamentales que han sido borradas del entendimiento público. La restauración de la democracia fue obra del Gobierno Militar que, conforme a un itinerario constitucional preestablecido, devolvió a la voluntad popular la decisión de elegir a sus gobernantes. El plebiscito de 1988 fue una contienda democrática y no, como se quiere hacer creer, la reconquista de la democracia por parte de la oposición al régimen militar. En segundo lugar, Chile vivió una “guerra civil” larvada que perduró durante todo el Gobierno Militar y que, como sucede fatalmente, provoca excesos por ambos bandos. Basta con escuchar a quienes participaban en la preparación militar de los opositores en Alemania del Este o Cuba, con recordar los atentados de que eran víctimas los uniformados (incluido el Presidente Pinochet), los asesinatos de connotadas autoridades, el contrabando masivo de armamento de guerra para equipar un ejército capaz de enfrentar a las fuerza regulares. Esta es la verdad histórica que ninguna estrategia publicitaria podrá borrar.
Los tribunales de justicia, están cometiendo un error inexcusable. La ley no puede aplicarse en un contexto político y social aséptico o en un vacío incontaminado, como si en Chile, entre 1973 y 1990, las cosas hubieren sido normales y la subversión inexistente. Si se quiere hacer justicia, debe medirse a todos con la misma vara. Sancionarse por igual a los autores intelectuales de todos los delitos cometidos entonces y reconstruirse el ambiente en que se produjo aquella contienda fratricida para fijar responsabilidades. Pero la balanza de la justicia parece haberse inclinado hacia un solo lado, generándose una atmósfera de persecución y hostigamiento que llega al punto de extenderse a una familia completa, como símbolo del Gobierno Militar. Si, como se sostiene, los tribunales de justicia no actuaron bien durante el régimen militar, tampoco están actuando bien ahora, al identificarse con una de las partes y forzar las instituciones jurídicas para favorecer a los que gobiernan.
Es doloroso advertir que los chilenos han olvidado por qué las F.F.A.A. y de Orden llegaron al poder, requeridos por una inmensa mayoría ciudadana y la totalidad de las instituciones más representativas de la República. En 1973 Chile estaba colapsado y al borde mismo del establecimiento de un régimen marxista totalitario. Esto puede resultar increíble para las nuevas generaciones, pero no para quienes vivimos aquella dolorosa experiencia. Lo que este país debe a sus Fuerzas Armadas es inmenso, puesto que fuimos capaces de sacudirnos del yugo comunista en plena guerra fría, cuando el mundo estaba condenado a optar entre la democracia y la tiranía. Felizmente Chile siguió el camino de la libertad, de la cual hoy disfrutan casi todos los chilenos, menos los que se jugaron porque ella no se conculcara, como sucedió en tantas otras naciones, incluso, hasta el día de hoy.

Posteado por El Mercurio a las Febrero 4, 2006 06:45 AM | Comentarios (0)




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