jueves, 8 de noviembre de 2012

EL PESO ELECTORAL DE LA RABIA.





Ya parece probado que la mayor parte del aumento de la abstención corrió por cuenta de la derecha. Un estudio de "La Tercera" acreditó, por ejemplo, que el porcentaje de pérdida electoral de la UDI fue más del doble que el del Partido Socialista, a raíz de la introducción del voto voluntario. Por eso en la Concertación han dejado de hablar de restablecer el sufragio obligatorio, pese a ser éste el que más se aviene con su ideario, esencialmente restrictivo de las libertades personales.

¿Y por qué menos izquierdistas que derechistas se abstuvieron? Por la diferencia de motivación. Porque, como he dicho en blogs anteriores, la izquierda sigue anclada al Gobierno Militar, pero por rabia. El domingo, decenas de izquierditas se arrodillaron a pleno sol en el Estadio Nacional, con las manos sobre la cabeza, en la actitud de guerrilleros rendidos y hechos prisioneros, a punto de ser ejecutados. ¿Qué tiene que ver eso con la actualidad? Nada. Es que están "anclados"; ellos ahora recuerdan a supuestas "víctimas". Pero, para los que conocemos la historia, eso fue un recordatorio de cuando la izquierda organizó la revolución y, estando a punto de dar el zarpazo a nuestra democracia, los militares (a pedido de la mayoría democrática) los derrotaron. Entonces, en los primeros tiempos, llevaron a los presos subversivos al Estadio Nacional. Operó la autodefensa de la sociedad. Pero se ha reescrito la historia.

Sea como fuere, resultó notorio el domingo que la izquierda se desplazó en masa a votar contra Labbé, por ejemplo, precisamente por la rabia que todavía le provoca su derrota armada. Y la derecha no fue a votar a favor de Labbé, supongo que por comodidad, por tener el cerebro lavado, por estar "arrepentida" o por todas las razones anteriores.

El ideario de la izquierda siempre se ha fundado en la pugna de clases, pero acá eso tiene una connotación especial y reforzada: el enemigo sigue siendo el Gobierno Militar. Porque, primero, ese gobierno derrotó a la izquierda en el terreno propio de ella, el de la lucha armada; segundo, porque también la derrotó en el campo de la ideología: reemplazó al socialismo imperante por un sistema de libertades; y, tercero, porque el cambio fue tan exitoso que el resto del mundo no sólo lo admiró, sino que lo imitó. ¿Puede algo enrabiar más a la izquierda que todo eso? Ella no soporta que Pinochet haya sido seminal en el restablecimiento cabal, en sucesivos países, de la economía de mercado y los principios de la sociedad libre. Algunos podrán decir que fueron Hayek y Friedman los inspiradores, pero ninguno de ambos puso en vigor sus principios en el seno de un país concreto; en cambio, Pinochet sí lo hizo.

Y si ya eso era suficiente para enrabiar a la izquierda y movilizarla a las urnas a execrar su memoria y su legado, se añadió a lo anterior el hecho de que, llegados los propios socialistas al poder después de 1990, simplemente no pudieron desmontar el modelo, aun queriendo hacerlo. Sabían que cuando algo funciona no hay que cambiarlo. Y tuvieron que limitarse a echarlo a perder un poco. Eso les dio más rabia aún.

¿Cómo manifestarla? Yendo a votar el domingo, con sufragio voluntario y todo, contra lo más representativo de su vencedor. Vimos la rabia expresada en los recintos de votación, cuando Labbé llegó a sufragar. La vimos en el cómputo de votos de Sabat en Ñuñoa, donde cada vez que el vocal voceaba su nombre, alguien lanzaba una injuria contra el alcalde, aunque debiera repetirla centenares de veces. El odio moviliza a la gente como nada.

Juan Pablo II decía que "el amor es más fuerte". En otras partes, tal vez; pero en Chile lo vence el odio.

HERMÓGENES PÉREZ DE ARCE.
http://oberreutersurdechile.blogspot.com/



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