domingo, 4 de noviembre de 2012

MI VOTO POR LABBE (INTERESANTÍSIMO ARTÍCULO DE F. VILLEGAS)


Comandos Todos;

Adsjunto articulo que demuestra la bajeza de nuestra actual clase politica y la progresiva decadencia de nuestra sociedad. Desagradecida y sin capacidad de discernir entre la gestion y la aparición mediática y promesas electorales.
Un abrazo.
Atentamente;
Comando Laree.

PD; Favor de hacerlo llegar a mi Coronel Labee. Recuerden,¡¡ espalda con espalda, sin distincion de grado!!! Mientras yo cubro los 180º delanteros, mi pareja cuebre los 180º posteriores. ¡¡¡¡Mantengamos la defensa perimetrica!!!!. No nos sumemos a la apatía e indiferencia de ya mucho militares.

Mi voto por Labbé


Las alcaldías deben ser puestas al servicio de los vecinos en vez de convertidas en cajas chicas del partido, fuente de pitutos para los camaradas cesantes y en pedestales desde los cuales recitar los mantras del urbanismo y el progresismo.
por Fernando Villegas
Debo confesarlo: no tengo pito que tocar en la elección de alcalde en Providencia; no vivo ahí, no podría votar en esa comuna. Pero, de residir ahí y de sentirme obligado a hacerlo, posiblemente votaría por Labbé. Lo haría NO por amor a Labbé, NO por amor al gobierno, NO por “nostalgia de la dictadura” y NO por amor a la derecha, sino debido a mi desamor por la coalición opositora y mi ningún amor por el espíritu que actualmente empapa ese sector, el cual ofrece menos una refrescante visión propositiva que un viscoso sentimiento de revancha envuelto en el papel de regalo de un discurso políticamente correcto con tufo a izquierdismo de los 60.
Es en virtud de este último que, en al menos en un aviso publicitario, hemos visto a la señora Errázuriz presentándose como alguien que va a terminar “con el miedo”. Se sugiere con eso que Providencia es un estado policial regido por un autócrata con los sótanos de la municipalidad repletos de presos políticos. Ese uso indirecto y oportunista de la ya apolillada prédica sobre el fascismo, el pinochetismo y la dictadura no sólo no viene a cuento en esta ocasión, sino me suena a recurso psicológico puesto demasiados veces en vitrina como sucedáneo de las ideas. Me bastaría eso para NO votar por ella, no importándome cuántos sean sus méritos personales.
Votaría, entonces, por Labbé, menos por favorecerlo a él que por default, por disgusto con sus competidores, por mi rechazo contra quienes perseveran majaderamente en su intento de manipular a la opinión pública con recursos ideológicos inspirados en el rencor y el hambre por el poder. Esa pertinaz, rechinante y odiosa actitud -no de la señora Errázuriz, sino de tantos de sus asesores, generalísimos, etc.- me parece una falta de respeto a la inteligencia de la ciudadanía y un abuso descarado de emociones y memorias colectivas asociadas con otros tiempos y circunstancias. Es haciendo uso de esos medios que, en este caso particular, se ha emplumado y embreado a Labbé, paseándosele por la avenida del escarnio para una suerte de linchamiento público, ejercicio que tanto suele gustar a las masas progresistas.
¿Y por qué se hizo, qué gatilló esa táctica? Simplemente lo hizo posible el hecho de que este señor, el alcalde Labbé, el “fascista” Labbé, no tuvo tantos miramientos con los auto-proclamados héroes del movimiento estudiantil como los que esperaba y espera la garra blanca de la política chilena. Además el pasado militar del personaje está a la mano de quien desee desacreditarlo. Y así como el gordo del colegio será para siempre el “guatón” Perico de los Palotes aunque lo veamos 50 años después sufriendo anorexia, del mismo modo Labbé será para siempre, en la mezquina memoria del odio, el autor de una presunta y cada vez más larga lista de crímenes insinuados y rumoreados como cosa cierta.
Confieso otra cosa: no tengo idea acerca de qué rol cumplió Labbé en sus años como oficial, pero supongo que si fueran crímenes de sangre, como los que algunos derechamente le imputan y los más insinúan, la justicia, que ha metido presos a docenas o centenas de militares, ya habría hace tiempo hecho lo mismo con él. Por esa razón me parece bastante siniestro que se haga uso de personas con nombre y apellido, especialmente si son adversarios políticos, para cargarlos de todas las ignominias de un régimen como si fueran de su exclusiva autoría.
Confieso aún más: en lo que toca al ejercicio del cargo de alcalde, mi visión de la pega es que tiene que ver con labores domésticas, no con discursos. Las alcaldías deben ser puestas al servicio de los vecinos en vez de convertidas en cajas chicas del partido, fuente de pitutos para los camaradas cesantes y en pedestales desde los cuales recitar los mantras del urbanismo y el progresismo.
No me interesa alguien que hable y hable de “lugares de encuentro”, “integración social”, “espacios simbólicos” o la cacha de la espada y luego convierta esos espacios simbólicos y lugares de encuentro en ferias libres repletas de flaites posando de artesanos; me interesa, qué anticuado y reaccionario soy, alguien que use los recursos no sólo para inaugurar sino para mantener los parques, las plazas, los árboles, los juegos infantiles, los programas para la tercera edad, las postas y los establecimientos educacionales.
“Mantener” es el verbo clave. Inaugurar es fácil y vistoso; mantener es invisible y costoso. Quiero alcaldes que rieguen lo que plantaron, financien lo que inauguraron, evalúen y chequeen lo que instauraron, controlen a quienes contrataron y en todos esos sentidos parece que Labbé ha hecho la pega. Es lo que dicen los vecinos de Providencia que conozco. Hablo de los vecinos que lo son desde hace tiempo, no de los vecinos virtuales, de los inscritos hace medio año en la comuna para ir a votar contra Labbé este domingo.
Sé cual el costo que supone decir todo esto. Unos cuantos cobardes más me gritarán “fascista” desde vehículos en marcha. Sé que el lenguaje y la emoción predominante hace más sencillo subirse a la embarcación de la revolución en cámara lenta y vocear los eslóganes progres del día. Lamentablemente ya no tengo paciencia para esas cosas. Los años traen, al contrario, impaciencia. Impaciencia con los eslóganes, impaciencia con las poses de ojos en blanco, impaciencia con los oportunistas y aprovechadores. Todo eso lo hemos experimentado demasiado a menudo. Es como haber visto cien veces una película de cowboys; ya sabemos de memoria de qué piedra saldrán los indios malos a tirar sus flechas y cuándo llegará la caballería al rescate. Suficiente...




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