sábado, 12 de enero de 2013

MAS SOBRE " CHE GUEVARA" Y LA SUB 20






PARA CONOCIMIENTO DE LA SELECCIÓN CHILENA SUB 20


CHE GUEVARA LA MAQUINA DE MATAR


POR ALVARO VARGAS LLOSA, OPTA POR UNA VISION DESMITIFICADORA DEL CHE GUEVARA QUE ALIMENTO EN VIDA UN HISTORIAL DE EJECUCIONES, ASESINATOS Y ODIO.

Publicado en Revista Que Pasa Nº 1791 Pág. 30 a 36 de fecha 6 de Agosto de 2005.
Recopilado por RUS


Che Guevara, quien tanto hizo por destruir el capitalismo, es hoy una marca quintaesencial del capitalismo. Su imagen es adorno de tazones, chapitas, encendedores, llaveros, carteras, gorras, jeans, sobres de infusiones y, por supuesto, esas omnipresentes camisetas con la fotografía tomada por Alberto Korda: el galán del socialismo, con gorra, en los primeros años de la revolución, pasando casualmente por delante del visor del fotógrafo quedando fijado en la imagen que, treinta años después de su muerte, sigue siendo el logo del chic revolucionario.
Los productos Che son comercializados tanto por grandes corporaciones como por pequeños negocios, como la Burlington Coat Factorv, que sacó un anuncio de televisión en el que un muchacho con pantalones militares llevaba una camiseta del Che. Los revolucionarios también se apuntan a este frenesí de la mercadotecnia: desde The Che Store, -que cubre " todas tus necesidades revolucionarias" por Internet-, hasta el escritor italiano Gianni Miná que vendió a Robert Redford los derechos cinematográficos del diario que escribió el Che en su viaje por Sudamérica en 1952. Por no hablar de Alberto Granado , que acompañó al Che en ese viaje de juventud, trabaja como asesor de documentalistas y ahora lamenta, mientras consume vino de Rioja y magret de pato en Madrid, que por culpa del embargo norteamericano contra Cuba le resulta difícil cobrar sus derechos de autor.

La metamorfosis del Che Guevara a marca capitalista no es nueva, pero la marca está siendo objeto de una operación de revival en los últimos tiempos, y se trata de un revival especialmente notable porque llega años después del colapso político e ideológico de todo lo que Guevara representaba. Este éxito inopinado se debe fundamentalmente a Diarios de motocicleta, la película producida por Robert Redford y dirigida por Walter Salles. Hermosamente rodada en paisajes que han logrado evitar los efectos corrosivos del capitalismo contaminante, la película muestra al joven en un viaje de autodescubrimiento, cuando su incipiente conciencia social se topa con la explotación social y económica -sentando las bases para una reinvención de nuevo cuño del hombre al que Sartre un día calificó como el más completo de nuestra era-.

Pero -para ser más preciso- el renacimiento del Che se inició en 1997, en el trigésimo aniversario de su muerte, cuando cinco biografías abrumaron las librerías y restos de su cuerpo fueron descubiertos cerca de una pista de aterrizaje en el aeropuerto de Valle grande, en Bolivia, después de que un general boliviano retirado, en una revelación espectacularmente oportuna, indicara la ubicación exacta. El aniversario volvió a centrar la atención en la (otra) famosa fotografía -esta vez de Freddy Alborta- del cadáver del Che tendido sobre una mesa, escorzado, muerto y romántico, luciendo como Cristo en un cuadro de Mantegna.
Es habitual entre los seguidores de una secta no conocer la historia real de la vida de su héroe (muchos rastafaris renunciarían a Haile Selassie si tuviesen alguna idea de quién fue en realidad). No es sorprendente que los seguidores contemporáneos de Guevara, sus nuevos admiradores poscomunistas, también se engañen, aferrándose a un mito , excepto los jóvenes argentinos que corean un cantito que dice: "tengo una remera [camiseta] del Che y no sé por qué".

Pensemos en algunas de las personas que han exhibido o invocado la imagen de Guevara como un faro de la justicia y la rebelión contra el abuso de poder. En Líbano, los manifestantes que protestaban contra Siria frente a la tumba del primer ministro Rafiq Hariri portaban la imagen del Che. Thierry Henry, un futbolista francés que juega en el Arsenal, apareció en una gran fiesta organizada por la FIFA con una camiseta roja y negra del Che. En Stavropol, en el sur de Rusia, los manifestantes que denunciaban el pago en efectivo de ayudas sociales tomaron la plaza central con banderas del Che. En el campo de refugiados de Dheisheh, en la franja de Gaza, carteles del Che adornan un muro en el que se rinde tributo a la Intifada.

Leung Kwok-hung, el rebelde elegido para el Congreso Legislativo de Hong Kong, desafía a Pekín vistiendo una camiseta del Che. José Luis Montoya, un oficial de policía mexicano que combate el crimen relacionado con las drogas luce una vincha del Che porque lo hace sentirse más fuerte. El héroe del fútbol Maradona ostenta el emblemático tatuaje del Che en su brazo derecho. Y el caso más célebre, en la ceremonia de entrega de los Premios de la Academia de Hollywood de este año, Carlos Santana y Antonio Banderas interpretaron la canción de Diarios de motocicleta, y Santana apareció con una camiseta del Che y un crucifijo. Las manifestaciones de la nueva secta están por todas partes. Una vez más, el mito está animando a personas cuyas causas, en general, representan exactamente lo contrario de lo que era el Che Guevara.
No hay hombre que no tenga alguna cualidad que le redima. En el caso del Che, esas cualidades pueden ayudamos a medir el abismo que separa la realidad del mito. Su sinceridad lo condujo a dejar testimonio escrito de sus crueldades, incluyendo cosas verdaderamente horrendas, aunque no las más horrendas. Su coraje -que Fidel Castro describió como "su manera, en los momentos difíciles y peligrosos, de hacer las cosas más difíciles y peligrosas"- le llevó a que no viviera para asumir la responsabilidad por el infierno cubano. Un mito puede comunicar tanto acerca de una época como la verdad. Y así, gracias a los propios testimonios del Che acerca de sus pensamientos y acciones, y gracias también a su prematura desaparición, podemos saber exactamente el grado de engaño que muchos de nuestros contemporáneos tienen acerca de tantas cosas.
Puede que Guevara estuviera enamorado de su propia muerte, pero estaba mucho más enamorado de la muerte de los demás. En abril de 1967, hablando desde la experiencia, resumía su idea homicida de la justicia en su Mensaje a la tricontinental: "El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría “máquina de matar”. Sus primeros escritos están también sazonados con esta violencia retórica e ideológica. A pesar de que su ex novia Chichina Ferreyra duda de que la versión original de los diarios de su viaje en motocicleta contenga la observación de "siento que mis orificios nasales se dilatan al saborear el amargo olor de la pólvora y de la sangre del enemigo", Guevara compartió con Granado en esa temprana edad esta exclamación: "¿Revolución sin disparar un tiro? Estás loco."
En otras ocasiones, el joven bohemio parecía incapaz de distinguir entre la ligereza de la muerte como espectáculo y la tragedia de las víctimas de la revolución. En una carta a su madre de 1954, escrita en Guatemala, donde fue testigo del derrocamiento del gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, escribió: "Fue muy divertido, con todas aquellas bombas, discursos y otras distracciones que rompían la monotonía en la que estaba viviendo".

La disposición de Guevara cuando viajó con Castro de México a Cuba a bordo del Granma queda reflejada en una frase de una carta a su mujer redactada el 28 de enero de 1957, poco después de desembarcar, y publicada en su libro Ernesto: Memorias del Che Guevara en Sierra Maestra: "Aquí, en la selva cubana, vivo y sediento de sangre".
Esta mentalidad había sido reforzada por su convicción de que Arbenz había perdido el poder debido a que no había ejecutado a sus potenciales enemigos. En una carta anterior a su ex novia Tita Infante había observado que "si se hubieran producido esos fusilamientos, el gobierno hubiera conservado la posibilidad de devolver los golpes". No sorprende que durante la lucha armada contra Batista, y luego tras el ingreso triunfal en La Habana, Guevara asesinara o supervisara las ejecuciones en juicios sumarios de muchísimas personas:
enemigos probados, meros sospechosos y aquellos que se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado.
En enero de 1957, como indica su diario de Sierra Maestra, Guevara mató de un disparo a Eutimio Guerra porque sospechaba que estaba pasando información al enemigo: "Acabé con el problema con una pistola del calibre 32, en el lado derecho de su cerebro... Sus pertenencias ahora son mías". Luego dispararía a Aristidio, un campesino que expresó su deseo de abandonar la lucha cuando los rebeldes se trasladaran a otro lugar. Mientras se preguntaba si esta víctima en concreto "realmente era lo suficientemente culpable como para merecer la muerte", no le tembló el pulso a la hora de ordenar el asesinato de Echevarria, hermano de uno de sus camaradas, por crímenes no especificados:"Tenía que pagar el precio". En otras ocasiones simulaba ejecuciones, aunque no las llevara a cabo, como método de tortura psicológica. "Ante la duda, mátalo", eran las instrucciones del Che.

Pero la "fría máquina de matar” no demostró todo el alcance de su rigor hasta que, inmediatamente después de la caída del régimen de Batista, Castro lo puso al frente de la prisión de La Cabaña.
San Carlos de la Cabaña era una fortaleza de piedra utilizada para defender La Habana de los piratas ingleses en el siglo XVIII; más tarde se convirtió en un cuartel militar. Guevara presidió, durante la primera mitad de 1959, uno de los momentos más oscuros de la revolución. José Vilasuso, abogado y profesor de la Universidad Interamericana de Bayamón, en Puerto Rico, que perteneció al organisrno a cargo de los procesos judiciales sumarios en La Cabaña, me contó hace poco que el Che dirigía la Comisión Depuradora. "Se regía por la ley de La Sierra, tribunal militar, de hecho y no jurídico, y el Che nos recomendaba guiarnos por la convicción. Esto es, sabemos que: “Todos son unos asesinos, luego proceder radicalmente es lo revolucionario “. Mi función era de instructor. Es decir, legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal. Se fusilaba de lunes a viernes. Las ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco después de dictar sentencia y declarar sin lugar (de oficio) la apelación. La noche más siniestra que recuerdo se ejecuto a “ siete hombres".
Javier Arzuaga, el capellán vasco qua consolaba a los condenados a muerte habló conmigo recientemente desde casa de Puerto Rico. Este ex cura católico que ahora tiene 75 años y que se define como "más cercano a Leonardo Boff y a la Teología de la Liberación que al antiguo cardenal Ratzinger", recuerda había alrededor de 800 prisioneros en un espacio donde no cabían más de 300: antiguos militares y policías de Batista, algunos periodistas, unos pocos hombres de negocios y comerciantes. El tribunal revolucionario estaba compuesto por milicianos. Guevara presidía el tribunal de apelaciones. "Nunca anuló ninguna condena . Después de que yo me fuera, en mayo, ejecutaron a muchos más, pero yo personalmente fui testigo de 55 ejecuciones”.
¿Cuántas personas fueron asesinadas en La Cabaña? Pedro Corzo- un investigador que se encuentra trabajando en un documental sobre Guevara en Miami – da una cifra de unos 200, similar a la ofrecida por Armando Lago, un catedrático de economía jubilado que elaboró una lista con 179 nombres como parte de un estudio sobre las ejecuciones en Cuba que le ha llevado ocho años. En cables secretos enviados por la Embajada estadounidense en La Habana al Departamento de Estado en Washington se hablaba de "más de 500" ejecuciones. Félix Rodríguez, un agente de la CIA que formó parte del equipo encargado de dar caza al Che en Bolivia, me contó que se enfrentó al Che tras su captura recriminándole las "más o menos 2.000" ejecuciones de las que fue responsable a lo largo de su vida. "Me dijo que eran todos agentes de la CIA y no discutió la cifra", recuerda Rodríguez. Las cifras más altas podrían incluir ejecuciones llevadas a cabo en los meses después de que el Che dejara de estar al mando de la prisión.
Lo que nos devuelve a Carlos Santana y su chic vestimenta Che. En una carta abierta publicada en El Nuevo Herald el 31 de marzo de este año , el gran músico de jazz Paquito D'Rivera criticaba a Santana por su atuendo en los Oscar. Dijo: " Uno de estos cubanos fue mi primo Bebo, preso allí precisamente por ser cristiano. Él me cuenta siempre con amargura cómo escuchaba desde su celda en la madrugada los fusilamientos sin juicio de muchos que morían gritando '¡Viva Cristo Rey!".
El ansia de poder del Che tenía otras formas de expresión, además del asesinato. Escribiendo sobre Pedro de Valdivia, el conquistador de Chile, Guevara reflexionaba: "Pertenecía a esa clase especial de hombres que la especie produce de vez en cuando, en quienes el anhelo de poder ilimitado es tan extremo que cualquier sufrimiento padecido para lograrlo parece natural". Podría haber estado describiéndose a sí mismo. En cada etapa de su vida adulta, su megalomanía se manifestó en una urgencia depredadora por arrebatar a otras personas sus vidas y sus posesiones, y por abolir su libre albedrío.
En 1958, después de tomar la ciudad de Sancti Spiritus, Guevara intentó sin éxito imponer una especie de sharia, regulando las relaciones entre los hombres y las mujeres, el uso del alcohol y el juego informal -un puritanismo que no caracterizaba precisamente su propia forma de vida-. Les ordenó también a sus hombres que asaltaran bancos, una decisión que justificó en una carta a Enrique Oltuski, un subordinado, en noviembre de ese año: "Las masas que luchan están de acuerdo con asaltar a los bancos porque ninguno de ellos tiene un centavo en los mismos". Esta idea de la revolución como una licencia para reasignar la propiedad según le conviniese condujo al puritano marxista a apoderarse de la mansión de un emigrante tras el triunfo de la revolución.

La obsesión del Che por el control colectivista le llevó a colaborar en la formación del aparato de seguridad que se montó con objeto de subyugar a seis millones y medio de cubanos. A principios de 1959 tuvieron lugar una serie de reuniones secretas en Tarará, cerca de La Habana, en la mansión a la que el Che se retiró temporalmente para recuperarse de una enfermedad. Ahí fue donde los líderes más importantes, incluyendo a Castro, diseñaron el Estado policial cubano. Ramiro Valdés, subordinado del Che en la guerrilla, fue puesto al frente del G-2, un organismo creado a partir del modelo de la Checa. El propio Guevara asumió el poder del G-6, el organismo encargado de adoctrinar ideológicamente a las fuerzas armadas. La invasión de Bahía Cochinos, llevada a cabo con apoyo estadounidense en abril de 1961, se convirtió en la ocasión perfecta para consolidar el nuevo Estado policial, con la captura de cientos de miles de cubanos y una nueva oleada de ejecuciones. Como el propio Guevara le contó al embajador soviético Sergei Kudriavtsev, los contrarrevolucionarios "no volverían a levantar cabeza".
"Contrarrevolucionario" es el término que se aplicaba a cualquiera que se desviara del dogma. Era el sinónimo comunista de "hereje". Los campos de concentración eran una de las formas que el poder dogmático adoptaba para aplastar la disidencia. La historia atribuye al general español Valeriano Weyler, capitán general de Cuba a finales del siglo XIX, la primera utilización de la palabra concentración para describir la política de rodear a multitudes de adversarios potenciales -en este caso, partidarios del movimiento de independencia cubano- con alambre de espino y vallas. Qué apropiado que los revolucionarios cubanos, más de medio siglo después, adoptaran esta tradición. Al principio, la revolución movilizó a los voluntarios para que construyeran escuelas y trabajaran en los muelles, las plantaciones y las fábricas - proporcionando exquisitas oportunidades para que el Che se fotografiara en versión , Che estibador, Che cortador de caña, Che trabajador textil. No pasaría mucho tiempo antes de que el trabajo voluntario hiciera algo menos voluntario: el primer campo de trabajos forzados, Guanahacabibes, se puso en marcha a finales de 1960 en el oeste de Cuba.
Este campo fue el precursor del confinamiento sistemático, que finalmente comenzaría a producirse a partir de 1965 en la provincia de Camagüey, de disidentes , homosexuales, víctimas del sida, católicos, testigos de Jehová, sacerdotes afrocubanos y demás raleas, bajo la bandera de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Hacinados en autobuses y camiones, los no aptos eran transportados a punta de pistola a campos de concentración organizados a partir del modelo Guanahacabibes. Algunos jamás regresarían; otros serían violado, apaleados o mutilados, y la mayoría acabarían traumatizados de por vida.
Quizá la revista Time acertada en agosto de 1960., al describir el reparto de tareas de la revolución con un reportaje de portada en el que Che Guevara aparecía como el "cerebro", Fidel Castro como el "corazón", y Raúl Castro como el "puño". Pero esta visión reflejaba el papel crucial de Guevara en la transformación de Cuba en un bastión del totalitarismo. Che era un candidato bastante dudoso como ejemplo de pureza ideológica, dado su espíritu bohemio, pero durante sus años de entrenamiento en México y, en el período siguiente de lucha armada en Cuba, se reveló como un ideólogo comunista enamorado de la Unión Soviética, para gran incomodidad de Castro y los demás, que eran básicamente oportunistas dispuestos a utilizar cualquier medio necesario para hacerse con el poder. Cuando los revolucionarios en ciernes fueron arrestados en México en 1956, Guevara fue el único que admitió ser comunista y estar estudiando ruso.

Durante la lucha armada en Cuba, estableció una alianza férrea con el Partido Socialista Popular (el partido comunista de la isla) y con Carlos Rafael Rodríguez, un personaje fundamental en la conversión del régimen de Castro al comunismo.
Este temperamento fanático convirtió al Che en un eje de la sovietización de una revolución que en repetidas ocasiones se había jactado de su carácter independiente. Poco después de que los barbudos tomaran el poder, Guevara participó en negociaciones con Anastas Mikoyan, viceprimer ministro soviético, de visita en Cuba. El viaje de Guevara a Rusia en agosto de 1962 fue significativo, porque selló el acuerdo que convertiría Cuba en una cabeza de playa nuclear. Se reunió con Jruschov en Yalta para cerrar los detalles de una operación que ya estaba empezada y que tenía que ver con la introducción de 42 mísiles soviéticos, la mitad de los cuales estaban provistos de cabezas nucleares, además de lanzaderas y unos 42.000 soldados. Después de presionar a sus aliados soviéticos amenazándoles con el peligro que supondría que Estados Unidos descubriera lo que estaba sucediendo, Guevara obtuvo garantías de que la marina soviética intervendría -en otras palabras, que Moscú estaba dispuesto a ir a la guerra-.
Guevara se distanció de Unión Soviética en los últimos años de Lo hizo por razones equivocadas reprochando a Moscú su blandura ideológica y diplomática, y que estuviera haciendo demasiadas concesiones -no como la China maoista, que llegaría a ver el refugio de la ortodoxia-. A Guevara le molestaba el hecho de que Moscú estuviera pidiendo a otros miembros del bloque comunista, incluida Cuba, algo a cambio de su colosal ayuda económica y apoyo político. Su ataque final contra Moscú 11egaría en Argelia, en febrero de 1965, una conferencia internacional en la que acusó a los soviéticos de adoptar la "ley del valor “, es decir, el capitalismo. Su ruptura con los soviéticos, por tanto, no fue un grito por la libertad, sino un aullido en pos de la subordinación total de la realidad a la ciega ortodoxia ideológica.

El gran revolucionario tuvo la oportunidad de poner en práctica su visión económica- su idea de la justicia social- al frente del Banco Nacional de Cuba y del Instituto Nacional de la Reforma Agraria del Ministerio Industria a finales de 1959, y, a partir principios de 1961, como ministro Industria.
La etapa en la que Guevara estuvo cargo de la mayor parte de la economía cubana coincidió con el desplome casi total de la producción azucarera, el fracaso de la industrialización y la introducción del racionamiento -y todo esto en el que había sido uno de los cuatro países de mayor éxito económico de Latinoamérica desde antes de la dictadura de Batista-.
Su período al frente del Banco Nacional, durante el cual acuñó billetes firmados por "Che", ha sido resumido por segundo de a bordo, Ernesto Betancourt: “Ignoraba los principios económicos más elementales". Los poderes de percepción de Guevara en relación con la economía mundial fueron expresados en una famosa frase de 1961, en una conferencia hemisférica en Uruguay, donde predijo para 1980 una renta per cápita mayor que la de "Estados Unidos hoy". De hecho, en 1997, cuando se cumplía el trigésimo aniversario de su muerte, los cubanos estaban restringidos por el racionamiento a una dieta de dos kilos de arroz y medio kilo de porotos al mes, 100 gramos de carne dos veces al año, 100 gramos de pasta de soja a la semana y cuatro huevos al mes.
La reforma agraria arrebató la tierra a los ricos, pero se la entregó a los burócratas, no a los campesinos (el decreto fue escrito en casa del Che). En aras de la diversificación, se redujeron las zonas cultivables y la mano de obra se distrajo hacia otras actividades. El resultado fue que entre 1961 y 1963, las cosechas se redujeron a la mitad. Para 1963, todas las esperanzas de industrializar a Cuba fueron abandonadas, y la revolución aceptó su rol de proveedora colonial de azúcar al bloque soviético a cambio de petróleo para cubrir sus necesidades y para revenderlo a otros países. Durante las tres décadas siguientes, Cuba sobreviviría en base a un subsidio soviético de más o menos entre $65 mil millones y $ 100 mil millones.

Habiendo fracasado como héroe de la justicia social, ¿merece Guevara un lugar en los libros de historia como un genio de la guerra de guerrillas? Su mayor logro militar en la lucha contra Batista -la toma de la ciudad de Santa Clara después de emboscar un tren con pesados refuerzos- es seriamente cuestionado. Numerosos testimonios indican que el conductor del tren se rindió de antemano, acaso tras aceptar sobornos.
Inmediatamente después del triunfo de la revolución, Guevara organizó ejércitos guerrilleros en Nicaragua, República Dominicana, Panamá, y Haití, todos los cuales fueron aplastados. En 1964, envió al revolucionario argentino Jorge Ricardo Masetti a su muerte al persuadirlo de que montase un ataque contra su país natal desde Bolivia, justo después de que la democracia representativa había sido restablecida en la Argentina.

Particularmente desastrosa fue la expedición al Congo en 1965. Guevara se alió con dos rebeldes -Pierre Mulele en el oeste y Laurent Kabila en el este- contra el desagradable gobierno congoleño , sostenido por los Estados Unidos, por mercenarios sudafricanos y exiliados cubanos. Mulele había tomado posesión de Stanleyville antes de ser repelido. Durante su reinado de terror, tal como lo ha escrito VS. Naipaul, asesinó a todos aquellos que podían leer y a todos los que vestían una corbata. Respecto del otro aliado de Guevara, Laurent Kabila, se trataba meramente de un perezoso y un corrupto por aquel entonces; pero el mundo descubriría en los años 90 que también él era una máquina de matar. En cualquier caso, Guevara se pasó gran parte de 1965 ayudando a los rebeldes en el este antes de abandonar el país de manera ignominiosa. Poco tiempo después, Mobutu llegó al poder e instaló una tiranía de décadas (en los países latinoamericanos, de Argentina al Perú, las revoluciones inspiradas en el Che tuvieron el mismo resultado práctico de reforzar el militarismo brutal durante muchos años.
En Bolivia, el Che fue nuevamente derrotado, y por última vez. Malinterpretó la situación local. Una reforma agraria había tenido lugar unos años antes; el gobierno había respetado muchas de las instituciones de las comunidades campesinas ; y el ejército era cercano a los Estados Unidos a pesar de su nacionalismo. Las masas campesinas no nos ayudan en absoluto, fue la melancólica conclusión de Guevara en su diario boliviano. Aún peor, Mario Monje, el líder comunista local, quien no tenía estómago para una guerra de guerrillas tras haber sido humillado en los comicios, condujo a Guevara hacia una ubicación vulnerable en el sudeste del país. Las circunstancias de la captura del Che en la quebrada del Yuro, poco después de reunirse con el intelectual francés Régis Debray y el pintor argentino Ciro Bustos, ambos arrestados cuando abandonaban el campamento, fueron, como gran parte de la expedición boliviana, cosa de aficionados.
Guevara fue ciertamente audaz y corajudo, y rápido para organizar la vida en base a principios militares en los territorios bajo su control, pero no era un General Giap. Su libro La Guerra de Guerrillas enseña que las fuerzas populares pueden vencer a un ejército, que no es necesario aguardar a que se den las condiciones necesarias ya que un foco insurreccional puede provocarlos, y que el combate debe tener lugar principalmente en el campo (en su receta para la guerra de guerrillas, reserva también para las mujeres el rol de cocineras y enfermeras.) Sin embargo, el ejército de Batista no era un ejército sino un corrupto manojo de matones carente de motivación y sin mucha organización; los focos guerrilleros, con la excepción de Nicaragua, terminaron todos en cenizas para los foquistas, y América Latina se ha vuelto urbana en un 70 por ciento en estas últimas cuatro décadas. Al respecto, también, el Che Guevara fue un cruel alucinado.*

(Alvaro Vargas Llosa nació en 1966 en Lima y se graduó en la London School of Economics)




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