lunes, 22 de abril de 2013

DEL BLOG DE MÁXIMO



CHILE PUBLICO, GRATUITO Y DE CALIDAD.


En los orígenes de nuestra breve historia de país en estado de semi barbarie, la “onda” consistía en recibir un título nobiliario de la Corona Española y una merced de tierras con indios incluidos. O’higgins se encargó de eliminar tan rancia costumbre, aunque se persistió en la práctica y sobretodo subsistio en el imaginario colectivo de la clase alta que recordaba a su tátara abuelo “Conde de Chuchunco”, y del populacho bárbaro que intentaba ser igual a..; parecerse a..; vivir cerca de..; o emperifollarse socialmente contando que conoce a...

No pocos en nuestro país pertenecen al antiguo linaje de los Moya de Linares hacia la costa, de los Castro de Rengo hacia la cordillera, o de los Rojas de Chillan. Y claro, alguno por ahí tuvo una viña, aunque fuera de chacolí. Era que no.

Los eternos viajes a Paris con camas y petacas de algún heredero displicente, con la intención de codearse con el primer mundo, mientras dejaba encargado el fundo heredado a algún suche que se robaba lo que podía y se esmeraba de dilapidar la fortuna familiar del viejero, fueron famosos en alguna época.

Ya mas cerca en el tiempo, fuimos los ingleses de América. Decían las viejas que eso se debía a que somos mas blancos que nuestros vecinos indígenas, nos vestimos con colores mas oscuros, somos mas serios y tomamos mucho te. Nunca encontré rastro de algún ejemplo civilizado para sostener esa legendaria idea.

El despertar capitalista de la Dictablanda nos transformó de la noche a la mañana en los Jaguares Latinoamericanos. Nuestro norte se había trasladado desde Europa a Asia. Taiwán, Corea, Singapur y Hong Kong reemplazaban a Francia, España, sus vinos y sus títulos de juguete.

A mediados de los ‘80, y antes del invento criollo de hablarse a si mismo desde un celular de palo mientras se “subía” por la Costanera, se popularizó la costumbre de pasar con la “LUV” por algún barrial cercano a la población donde se vivía para “encochinar” la camioneta hasta las ventanas. Así se dejaba en evidencia a la multitud que el propietario del bólido era un latifundista exportador de fruta. Nunca hubo tantos dueños de fundo en Chile como en esa época, las camionetas embarradas hacían nata, y la ilusión duraba hasta la siguiente lluvia.

Los tiempos han cambiado, la Dictablanda dio paso a la democracia del arco iris y a la igualdad. Ya no basta con parecerse a alguien o a algo, ahora hay derechos, empoderamiento e Internet. Ahora el populacho bárbaro lo quiere tener todo, aquí y ahora. No basta con una tarjeta de crédito, tienen que ser ocho; no basta un plasma de ’32, tiene que ser de ’50; no basta con cinco camisas, tienen que ser veinticinco, ocho con cocodrilo, siete con golfista y diez con no se que cosa mas.

Hoy tenemos un multimodelo a seguir. La idea es ser la raja. Nos merecemos todo, y que todo sea gratis.

El populacho bárbaro asegura hoy que Chile debe tener la capacidad industrial de Alemania, el Estado de Bienestar de Suecia, la educación de Finlandia, las horas laborales de Francia, y como última novedad, la felicidad de dicen hay en Bután. ¿Son felices los habitantes de Bután?. Alguien por ahí dijo que sí lo son, y como no importa que sea mentira porque es la novedad y nosotros no podemos ser menos que ellos, exigimos ser felices, aquí y ahora. Queremos una felicidad pública, gratuita y de calidad. Lo queremos todo. No faltaba más.
Publicado por Maximo

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