viernes, 31 de mayo de 2013

BURLA DESCARADA Y SILENCIO INCOMPRENSIBLE


Escribe don Patricio Quilhot Palma.
Teniente Coronel ® de Ejército


El Contralor General de la República acaba de confirmar lo que
todos sabíamos: que durante los años de gobierno de la
Concertación el país fue engañado y las arcas fiscales han sido
estafadas por miles de sinvergüenzas que se hicieron pasar
por “exonerados políticos”.
La forma de obtener tal condición no fue casualidad ni tuvo
fines inocentes, como pretende decir uno de los exparlamentarios
responsable de haber consumado el engaño,
entregando –junto con otros de su alianza política− los
certificados que acreditaron la tal falsa condición.
Es evidente que los verdaderos fines de tan inmoral operación
se relacionaron con el pago de servicios prestados a un
montón de frescos y –con seguridad− para pagar votos a un
segmento tan humilde como ignorante.
Se sabe de empresas formadas por gente de la coalición
socialista que recorrieron los campos del Sur ofreciendo a
simples obreros hacerse pasar por exonerados, a cambio de
una parte del dinero que percibieran como indemnización
retroactiva.
Esta estafa a la confianza pública se enmarcó en la furibunda
campaña de revanchismo político y de aprovechamiento de la
posición de poder alcanzada al recibir el gobierno de parte de
los militares, sumándose a la campaña de victimización de los
supuestos familiares de detenidos – desaparecidos, de los
cuales curiosamente ya nadie habla, a pesar de haberse
comprobado la existencia de innumerables casos de engaño,
incluyendo desde fallecidos por causas naturales meses antes
del 11 de Septiembre de 1973, hasta sinvergüenzas que vivían
felices en Mendoza, mientras su familia percibe todo tipo de
beneficios económicos, previsionales y educacionales,
pagados por el resto de los chilenos.
Ya nadie parece recordar que hace unos pocos años fue
detectada y denunciada en Temuco una empresa –por
supuesto, ligada a la izquierda− que se dedicaba a asesorar a
quien quisiera conseguir los beneficios otorgados por
supuestas torturas, recibidas en los días del Estado de Sitio,
posteriores al Pronunciamiento Militar.
Este singular modelo de negocios se orientaba justamente en
construir historias falsas, de difícil o imposible comprobación,
pero suficientes para alcanzar los requisitos exigidos por la
Ley y así poder acceder a la batería de premios, gentilmente
otorgados por el gobierno socialista-cristiano.
Nadie parece recordar este inconmensurable engaño a la
confianza nacional, al igual que nadie parece (o no quiere)
comprender la magnitud del engaño que se está cometiendo a
la nación chilena y al mundo, con relación al tratamiento
judicial dado a los ex – militares procesados por supuestas
violaciones a los derechos humanos.
Todo el mundo se niega a aceptar por increíble que a los
militares se aplique un sistema de justicia absolutamente
diferente del que se encuentra vigente para el resto de los
chilenos, manteniendo para los uniformados todos los vicios
de la justicia antigua, pero ahora sin los mecanismos de freno
que evitaban –aunque malamente− los abusos de poder de
algún juez que traicionaba sus principios éticos y jurídicos.
Algunos…
De esta forma, hoy tenemos a un grupo de jueces que aplica
con efecto retroactivo tratados internacionales ratificados por
el Congreso Nacional de Chile con mucha posterioridad a los
hechos que se juzgan y que –peor aún− establece en forma
explícita en el texto suscrito que su vigencia será única y
exclusivamente para actos cometidos a partir de la fecha de su
ratificación por cada país.
Ni hablar de los efectos que esta aberración jurídicoconstitucional
tiene para los militares afectados, a quienes se
les aplica con absoluta libertad e incluso con descaro el
concepto de “delitos de lesa humanidad”, inexistentes en la
legislación chilena hasta la ratificación del Tratado de Roma,
en Mayo del año 2009.
Pero, más preocupante que las estafas y abusos instaurados y
mantenidos por una izquierda vengadora, llama la atención el
silencio cómplice de la derecha política chilena.
A pesar de la denuncia efectuada por el Contralor General de la
República y de sus relevantes efectos políticos, no se ha
escuchado hasta ahora a ningún político de derecha –
supuestamente representante de aquellos que no votamos por
la izquierda− que saque la voz en forma efectiva y efectista,
para denunciar la inmoralidad de las maniobras de sus pares
de la concertación opositora.
Es entendible –aún cuando sea imperdonable− que no hablen
de los abusos cometidos en contra de los militares, haciendo
gala de su cobardía para dejar en manos de la historia a ser
escrita la responsabilidad de juzgar a los jueces responsables
del delito de prevaricación, calificativo correspondiente al uso
indebido e ilegal de sus facultades.
Pero no es justificable que en medio de una campaña de
desprestigio y de ninguneo como a que los está sometiendo la
oposición socialista-cristiana y su candidata estrella, su
contraparte desperdicie una vez más la oportunidad de poner
las cosas en su lugar y denunciar, con valor, fuerza y
persistencia, las conocidas prácticas inmorales de los actuales
promotores de nueva revolución.
Las razones para este silencio inaceptable de la derecha
chilena sólo pueden ser de dos tipos:
1) Que exista algún pacto por debajo de la mesa –como ya ha
ocurrido− mediante el cual la derecha esté recibiendo algo a
cambio, lo que los haría directamente cómplices de la
inmoralidad de la izquierda.
2) Que se pretenda seguir con la torpe estrategia de evitar la
confrontación con sus adversarios políticos, lo que –junto con
rayar en la ingenuidad− estaría ratificando la desilusionante
actitud del gobierno, a consecuencia de la cual nos
encontramos ad portas de tener que soportar la vuelta al poder
de quienes difícilmente lo conseguirían sin el camino
pavimentado que se les ofrece.
La política es −por esencia− el arte de la dialéctica, donde el
consenso no es otra cosa que una fase neutra, de acomodo,
mientras se espera alcanzar una mejor posición negociadora o
simplemente de poder, para aplicar las ideas que diferencian al
vencedor y que hicieron que éste fuera votado por sus
electores.
Cuando no existe la confrontación de ideas no hay
posibilidades de evolución, relegando a los países que carecen
de ella a un estado a apatía ciudadana, falto de desafíos y de
metas por alcanzar.
No se trata de transformar la política en una guerra sucia y
menos aún que ella se eternice.
Sin embargo, hemos sido testigos –y el caso de los
exonerados y la persecución de los militares lo demuestra− de
una apatía asimétrica, en la cual la izquierda sigue incansable
dando golpes, mientras la derecha baja los brazos y ofrece una
y otra vez la mejilla.
¡Por favor! ¡Dejen eso para Dios y entiendan que se encuentran
en medio de una lucha lícita por el bienestar de sus pueblos!
Si no lo entienden así, es mejor que abandonen la vida política
para dejar espacio a algún líder de verdad que la entienda
mejor que ustedes.

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