Martes 04 de junio de 2013
Alarma de PC
Tribuna El Mercurio
Orlando Sáenz: "...Lo ocurrido es especialmente penoso para los independientes que organizamos un movimiento para acompañar a la Concertación en la gesta restauradora de fines de los años 80 y que permanecimos junto a ella por más de 20 años..."
Los partidos comunistas que existen o han existido en muchos países del mundo, varias veces y en varias épocas de los últimos 100 años, han controlado los gobiernos de algunos de ellos. En todos esos casos, sin excepciones, han sofocado a todas las otras corrientes de opinión, han reprimido drásticamente todo pensamiento disidente, han construido estados totalitarios, han aplastado todas las libertades y todas las iniciativas privadas, han arruinado sus economías y estancado su progreso, y con frecuencia han dejado tras su paso un reguero de muerte y destrucción.
Ese nunca desmentido resultado no es ni sorprendente ni fortuito porque los partidos comunistas, en la medida que son tales, no son más que las vanguardias movilizadas de una ideología integrista y fundamentalista que requiere del Estado totalitario para intentar la creación del "hombre nuevo" apto para realizarse en la sociedad tipo hormiguero que constituye su meta y su ideal. Como ese "hombre nuevo" no existe y su creación es tarea para Dios y no para filósofos materialistas, las experiencias comunistas de gobierno han fracaso inexorablemente, aun en esos casos en que el experimento se ha prolongado por décadas.
Por eso es que los partidos comunistas no son compatibles con ningún otro, puesto que en realidad son organizaciones de otra especie que solo comparten con ellos el nombre de "partido", siendo en realidad mucho más comparables con un clero religioso que con una corriente ideológica de opinión. Esa incompatibilidad es particularmente extrema con los partidos democráticos, porque para el comunismo la destrucción de la democracia que llama "burguesa" es una necesidad insoslayable, y con los partidos de orientación cristiana porque no hay nada más radicalmente opuesto al pensamiento cristiano y a su concepción del ser humano que el materialismo ateo del marxismo.
Como sus metas últimas son inconfesables mientras todavía impere la democracia libertaria, los partidos comunistas necesitan la piel de oveja y con frecuencia suscriben programas moderados y simulan una vocación democrática categóricamente desmentida por todo libro de historia contemporánea. Con esa carátula logran los tan acertadamente descritos como "compañeros de ruta" y "tontos útiles" que serán los primeros eliminados cuando llegan a alcanzar el poder absoluto. Si en esa etapa de la piel de oveja sus adversarios advierten de la ominosa historia que los evidencia, de inmediato claman una "campaña del terror" que los disfraza en víctimas inocentes.
El PC chileno ha compartido el poder en dos instancias de nuestra historia. A fines de los años 30 logró integrarse al llamado Frente Popular que le dio a Chile tres presidentes radicales. Cuando el último de esos mandatarios, más valeroso y prudente que casi todos sus predecesores y sucesores, tomó conciencia de cómo estaba socavando la institucionalidad democrática desde el propio interior de su gobierno, aprobó y promulgó en un solo día la "Ley de Defensa de la Democracia" que lo proscribió por decenios.
A fines de los 60 logró integrar y timonear la llamada Unidad Popular que instaló en La Moneda al Presidente Salvador Allende, imprimiéndole a su gobierno un frenético esfuerzo por alcanzar en el más breve plazo posible la típica "dictadura del proletariado", proceso que lo hizo perder su legitimidad -como explicitaron los otros dos poderes del Estado- y pavimentó el camino de la intervención militar que costó largos 18 años superar.
Por todo esto, a nadie puede extrañar que generara severa desazón el que la Concertación de Partidos por la Democracia, por obtener un puñado de votos que le den algunos parlamentarios más, le abra las puertas al PC y lo incorpore a comandos de sus precandidaturas presidenciales. Pretender que esa incorporación es irrelevante no puede ser más que fruto de la ignorancia, la ingenuidad o la simple hipocresía. Esa desazón, que probablemente le cueste a la Concertación más votos que los que le reporte ese torpe pacto de conveniencia, va a castigar especialmente a los partidos en que es más aberrante.
A la Social Democracia, cuya razón de ser es la democracia libertaria y representativa que tanto ayudó a restaurar, y, sobre todo, a la Democracia Cristiana, cuyo propio nombre pregona la doble incompatibilidad y que, además, fue factor relevante en la creación de las condiciones que permitieron arrojar del poder a los comunistas en 1973, como nos consta. Y lo selectivo de ese castigo electoral llegará con el agravante de debilitar aún más el centro político, que ha sido el principal creador del Chile moderno.
Lo ocurrido es especialmente penoso para los independientes que organizamos un movimiento para acompañar a la Concertación en la gesta restauradora de fines de los años 80 y que permanecimos junto a ella por más de 20 años. Ciertamente que no la acompañaremos en el camino de destrucción de lo que creó en ese fecundo período y que ya emprendió al tomarse de la mano con el Partido Comunista.
Orlando Sáenz R.
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