miércoles, 10 de julio de 2013

LA VIA DE LA INTOLERANCIA



Escribe don Axel Buchheister, abogado

La alcaldesa de Providencia logró su objetivo de sustituir el
nombre de la avenida 11 de Septiembre, después de más de 30
años de ser conocida bajo esa denominación. Una iniciativa
que provocará innumerables problemas prácticos, pero que no
son insuperables, en la medida en que con el tiempo el nuevo
nombre se vaya asentando. Salvo, por cierto, que un nuevo
alcalde decida cambiárselo por otro o dar vuelta atrás, lo que
no se puede descartar.
¿Qué justifica que la alcaldesa gaste energía en eso cuando
hay otros problemas más acuciantes, como las tomas de varios
colegios de la comuna?
Se argumenta que es un nombre que divide; políticamente, se
entiende. Eso es un pretexto, porque desde 1990 hay múltiples
calles y plazas que han pasado a denominarse Salvador
Allende o Gladys Marín.
¿Que acaso esto no divide? Por cierto que sí, pero hay un
detalle: pocos se atreven a decirlo, por el riesgo de ser
“funados” de las más variadas formas.
Lo que ha sucedido en realidad es que se ha usado una vía
pública para instalar la intolerancia respecto de lo que piensan
y sienten sectores adeptos a la centroderecha, que no son
pocos y probablemente son mayoría en esa comuna, más allá
de los resultados en las recientes elecciones municipales.
Por lo mismo, era importante hacerlo: hay que erradicar todo
vestigio de una visión distinta, sobre todo donde es más
factible que perdure, y cambiar la verdad histórica, que no es
otra que en los tres años del gobierno de la Unidad Popular el
país se sumió en una profunda crisis que amenazaba con
destruir la economía del país y acabar con la libertad y la
tolerancia.
Por ello, el evento que evoca la avenida, que puso fin a esos
aciagos días, es muy significativo para muchos ciudadanos,
que tienen igual derecho que la izquierda a la conmemoración
con el nombre de calles y plazas.
Que han sido exitosos en su objetivo y cada día hay menos
dispuestos a defender sus ideas se refleja en la actitud de los
concejales de la centroderecha, que prefirieron no asistir en
vez de presentarse y dar razones, como corresponde en la
institucionalidad que los rige.
Dijeron que la solución era consultar a los vecinos, lo cual fue
la promesa de participación con que llegó la alcaldesa al cargo
y que, sin duda, aquí no cumplió.
Pero la verdad es que los países y comunas no pueden
administrarse a punta de asambleísmos, y para eso se escogen
concejales: representar a los vecinos e intermediar sus
peticiones y visiones, de modo que haya gobernabilidad.
No dar quórum es desconocer el propósito con que los
concejales son elegidos y una forma de negar la participación a
los representados, pero sobre todo eludir las cuestiones
espinudas.
Cabe destacar la actitud del concejal Manuel José Monckeberg,
que asistió, dio sus razones y votó.
Los demás no cumplieron su deber y no se metieron en
problemas; nunca conocimos su opinión sobre el tema.
Para los que dicen que no importa, que es el nombre de una
calle no más y que lo que se ha vivido en torno a ella en estos
días demuestra que sí divide, cabe recordarles las palabras de
Winston Churchill: “Un apaciguador es alguien que alimenta a
un cocodrilo con la esperanza de que será el último en ser
comido por él”.

DE CHILE INFORMA EDICIÓN Nº 1.354

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