miércoles, 28 de agosto de 2013

ALTAMIRANO Y ALLENDE





Miércoles 28 de agosto de 2013
Altamirano y Allende
"Los dos insisten por igual en la importancia de las transformaciones en que están empeñados desde el poder; ambos ven a sus contradictores como enemigos. Si en algo hay un matiz, es en que Allende aún cree posible contar con las FF.AA..."



Gonzalo Rojas
El PS ha anunciado el calendario de sus actos conmemorativos de los 40 años del 11 de septiembre. ¿Irá a asistir Carlos Altamirano? Con sus 90 años cumplidos, quizás sea su edad la que le indique no hacerlo. ¿O podría disuadirlo más bien aquella convicción suya que figura en la portada de su conocido libro-entrevista?: "Mientras yo sea el gran culpable del fracaso de Allende, todos los demás pueden dormir tranquilos," afirmó en 1990.

Tres cosas interesantes, a simple vista. Altamirano asume que existe una culpabilidad; Altamirano reconoce el fracaso de Allende; Altamirano sabe que todo su partido, el PS, es culpable de un fracaso, pero que sus miembros logran dormir tranquilos a costa de quien fuera su secretario general hace 40 años.

Pero, más al fondo, se adivina un mensaje de capital importancia: lo que Altamirano afirmó en ese libro puede leerse -sin forzar para nada su expresión- simplemente así: Allende y yo estábamos completamente de acuerdo, pero solo yo he sido históricamente condenado; Allende y yo pensábamos y actuábamos igual, pero solo yo cargo con la culpabilidad del fracaso; Allende, mi partido y yo, éramos uno solo, pero el PS ha logrado ensalzar al ex Presidente, mientras permite que a mí se me acuse y condene, y así el partido se salva.

¿Conclusiones sin fundamento? Por el contrario, apreciaciones absolutamente fundadas. Basta con hacer un paralelo entre unos pocos documentos decisivos de los últimos días de la UP.

Del lado de Altamirano, su discurso del 9 de septiembre en el Estadio Chile y, por parte de Allende, su contestación a la Cámara de Diputados, del 24 de agosto, y su discurso final, del mismo 11 de septiembre.

El estado de ánimo de ambos políticos socialistas es el mismo en esos textos: una idéntica disposición al combate frontal y una gran seguridad en que esa lucha es contra un enemigo injusto. Altamirano sostiene que el PS "no se dejará aplastar por una minoría oligárquica y sediciosa", y Allende declara que se ha multiplicado "su voluntad de luchar" contra los que quieren "impedir el desarrollo histórico de nuestra legalidad democrática".

Sus puntos ideológicos más fuertes son completamente coincidentes. Altamirano califica al gobierno como "legítimo y constitucional" y defiende la institucionalidad formal con entusiasmo; Allende insiste en que su gobierno ha sido "respetuoso de las leyes". (Por cierto, en esto, ambos faltan a la verdad). Además, los dos insisten por igual en la importancia de las transformaciones en que están empeñados desde el poder; ambos ven a sus contradictores como enemigos. Si en algo hay un matiz, es en que Allende aún cree posible contar con las FF.AA., mientras que Altamirano no se contiene: va a haber "un golpe militar sedicioso".

Para los dos, finalmente, el futuro del conflicto está abierto, pero será victorioso: Allende cree que se logrará "asegurar la plena realidad de la democracia y las libertades dentro del proceso revolucionario", para lo cual "el pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse"; Altamirano, por su parte, afirma que la conjura contra el Gobierno "sólo puede ser aplastada con la fuerza invencible del pueblo unido a tropas, clases, suboficiales y oficiales leales", por lo que "Chile se transformará en un nuevo Vietnam heroico".

¿Duermen efectivamente tranquilos los que saben que Allende y Altamirano tenían comunidad de ideales y de estrategias? ¿Descansan en paz cada noche los que en estos días han repasado una vez más los textos que muestran sin ambigüedad la identidad de propósitos entre el PS, su secretario general y su compañero Presidente?

Altamirano cree que sí. Lo cree, pero no le gusta.



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