domingo, 31 de mayo de 2009

DEL CONGRESO DE UNIFICACIÓN ANARCO-COMUNISTA (CUAC) A LOS BOMBAZOS


Por Manuel Salazar S. / La Nación Domingo

Del CUAC a los bombazos
En el otoño de 2003 ya convivían una variopinta gama de grupos y colectivos anarquistas, preocupados de las temáticas más diversas, desde los derechos de los animales hasta las más herméticas reflexiones de filósofos europeos posmodernistas.

A fines de noviembre de 1999, hace casi una década, se realizó en Santiago el Congreso de Unificación Anarco-Comunista (CUAC), que reunió a un abanico de personas identificadas con las concepciones ácratas y que intentó constituirse en una organización que irrumpiera en la sociedad con propuestas e iniciativas concretas.

"Nuestros principios se fundamentan en la necesidad de desarrollar en las agrupaciones libertarias una práctica coherente y organizada, que se sustente en una unidad teórica, práctica, en una acción colectiva, con una disciplina también colectiva y un principio federativo real, que sirva para unir y no para atomizar, que ha sido una constante en el anarquismo de los últimos diez años", afirmó en parte el CUAC en sus estatutos fundacionales.

En marzo de 2001, el CUAC desempeñó un papel protagónico en la Coordinadora contra el BID, entidad que agrupó a unas 50 organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles y políticas de la izquierda antisistémica, para protestar en contra de la reunión del Banco Interamericano de Desarrollo programada en la capital chilena.

El "método de lucha" elegido por sus miembros sería el "propio de la tradición anarquista"; es decir, "la acción directa", donde "los afectados serán quienes dirijan y definan sus movimientos, su sentido, tomando el protagonismo sin delegarlo a Quijotes de ningún tipo".

Tras las protestas contra el BID empezó a circular entre los principales referentes anarquistas un documento titulado "Anarquismo para todos. Hacia la articulación social", escrito por un integrante del CUAC, donde, entre otras severas críticas, se les acusaba de tener conductas semejantes a un "hippismo permanente, anquilosado en el rito, en el lenguaje pobre, en la alienación del conocimiento, en su santería cultural, en su autocomplacencia, en su conveniencia, en el éter de su seudolibertad, que no es más que la careta tras la cual se abanica la flojera".

El debate abrió paso a una corriente más definida y purista que se agrupó en la llamada Organización Comunista Libertaria (OCL-Chile), identificada con los anarquistas de la Guerra Civil Española y los ácratas rusos en el exilio. Sus bases, decían, estaban asentadas en Valparaíso, Concepción y Santiago.

A fines de 2002 se formó la Federación Unitaria de Grupos Anarquistas (FUGA), una especie de partido anarquista estudiantil con un programa federativo que incorporaba temáticas de liberación y de trabajo popular.

En el otoño de 2003 ya convivían una variopinta gama de grupos y colectivos anarquistas, preocupados de las temáticas más diversas, desde los derechos de los animales hasta las más herméticas reflexiones de filósofos europeos posmodernistas, pasando por la música punk, la comida vegetariana y la igualdad de géneros.

Los más vistosos eran, por citar algunos, la Fuerza Antifascista (FAZ), la Red Anarquista del Sur, el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL), el Bloque Anarquista, Clase contra Clase, el Colectivo Estudiantil Andamios, Hip Hop Activistas, los Chorizos Insumisos, el Frente de Estudiantes Revolucionarios, la Coordinadora Revolucionaria, Motor Rebelde, Ni Casco ni Uniforme y el peculiar Guachunei, que irrumpía en las marchas callejeras con su consigna de batalla: "Sin Dios ni ley, ¡avanza el Guachunei!".

El 5 de mayo de aquel año, una autodenominada Comisión Coordinadora Anarquista entregó una declaración pública donde fijó su posición frente al movimiento sindical: "Debido a la actual política llevada adelante por la CUT, desaprobamos un sindicalismo basado en el entreguismo político bajo las pautas que le dicta la clase dominante; es decir, la burguesía local y transnacional representada por la Concertación, la derecha y algunos yanaconas que se dicen progresistas".

En febrero de 2006 se realizó en Uruguay el Cuarto Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Populares Autónomas, al que asistieron colectivos anarquistas de Argentina, Brasil, Bolivia y Chile.

Los convocados se comprometieron a avanzar en la unión de los ácratas del Cono Sur.

Algunos anarquistas chilenos, los más rabiosos y frustrados, optaron entonces por vías más violentas. En Santiago se registrarían desde entonces más de 90 atentados explosivos en los últimos cuatro años. Y es muy probable que muchos de ellos correspondan a la "acción directa" de los bombazos.


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