jueves, 1 de julio de 2010

LA GRAN ESTAFA



José Luis Widow Lira |

La gran estafa fue el título para el público de habla hispana de una película que relataba cómo una banda de simpáticos truhanes robaba millones de dólares de otro antipático rufián, dueño varios casinos en la ciudad de Las Vegas. Pues bien, si la historia hubiese sido cierta, habría que decir que los primeros o el segundo serían niños de pecho comparados con aquellos que sin ninguna vergüenza cometen la gran estafa de hacernos comulgar con ruedas de carreta casi diariamente. La estafa que estamos sufriendo a veces pareciera que la intuyéramos, pero o no tenemos la claridad para juntar sus piezas y así denunciarla y combatirla o no tenemos los cojones para hacerlo, porque pensamos que nos traerá malos ratos, impopularidad, quizá pérdida de algunos votos. Es más fácil que miremos para el lado y que hagamos como que no existiera. Es más conveniente para la tranquilidad propia quitarle importancia: ¡pero si no es tanto…! ¡pero si no es tan grave…!

Me refiero a la estafa que perpetra la izquierda ideológica no sólo en Chile, sino en el mundo. Se trata en estricto rigor de una falacia, de una gigantesca y audaz falacia. La izquierda ha ido paulatinamente identificando ciertos conceptos como libertad, religión, democracia, educación, familia, por nombrar sólo los centrales o más recurrentes, con lo que es el contenido de su propio proyecto político, moral y cultural en estas materias. Así va logrando que cuando pensemos en ellos no estemos pensando en lo que de verdad son, sino en lo que la izquierda quiere que sean.

De esta manera, hoy día, cuando pensamos en libertad o la traemos a colación en una polémica en la sección de cartas al director de algún periódico, probablemente pensemos en la libertad según es concebida por la ideología de izquierda, normalmente materialista y antirreligiosa. Así pensaremos que ser libre es, en principio, poder hacer cualquier cosa –autonomía total– y que las limitaciones que a esa libertad se le puedan añadir desde fuera deberán estar justificadas por motivos graves, en orden a lograr una mínima convivencia con entre todos los sujetos libres. Por eso mismo, pensaremos que habrá un orden privado en el cual cada uno de nosotros tiene autonomía y derecho a hacer lo que nos parezca (ruego que no se piense, como objeción a lo que digo, que, en vistas de lo que vengo diciendo, estoy proponiendo un mundo donde nadie puede hacer nada, donde no hay privacidad, donde hay algún iluminado que define lo que es bueno o malo. Demás está decir que no se trata de eso)

Si se trata de la religión, probablemente pensaremos en ella como algo que es del mundo privado de cada cual, quizá como un buen invento porque ayuda a los hombres a superarse a sí mismos o, siendo más drásticos, como en una creación que esconde oscuros intereses de poder y económicos.

En relación con la democracia pensaremos que se trata de un sistema político que garantiza las libertades individuales de manera que cada cual pueda hacer lo que le parezca. Llegaremos a estar convencidos de que una sociedad verdaderamente democrática es aquella en la que si queremos tener un hijo, bienvenido sea, pero si no lo queremos, bienvenido sea el aborto. Seremos democráticos, pensaremos, si es que nos casamos para siempre, pero al mismo tiempo no interferimos de ningún modo para que los que quieran convivir de cualquier modo, lo puedan hacer (hoy suele ocurrir al que se atreve sólo a argumentar en contra de las uniones homosexuales, o en contra del divorcio o cosas similares, por eso mismo es acusado de poco democrático). Si no queremos usar la píldora es fantástico, pero si queremos que no la use nadie somos poco democráticos. Y así, suma y sigue…

Respecto de la educación, pensaremos que su labor es educar al ciudadano democrático, ese que la izquierda ha definido como democrático, por supuesto. Eso significa que no se le puede educar más en las virtudes humanas que formaron por no solo por siglos, sino por milenios al hombre de Occidente, menos aun si se trata de las virtudes cristianas. Para que decir que en esa educación no puede estar presente la religión… eso, ya lo sabemos, es del mundo privado. La enseñanza moral habrá sido reemplazada por la enseñanza en derechos humanos, con toda su carga ideológica. La educación en historia, en literatura, en las ciencias sociales estará impregnada de izquierdismo, porque eso es, estaremos convencidos, educar democráticamente. Alguien de derecha se preocupará, sí, que la educación sea un factor positivo para el crecimiento económico. O que la administración del sistema público de educación sea más eficiente, y con ello tranquilizará su conciencia y comulgará con la rueda…

Respecto de la familia, pensaremos que hay distintos tipos. La tradicional y nuclear –padre, madre y sus hijos–, pero al lado de ella, la monoparental, la formada por la unión de homosexuales, etc. Es opción de cada uno, aunque nosotros preferiremos para nosotros mismos, probablemente, la forma tradicional.

Hay otras áreas en las que ocurre lo mismo. Piénsese en el modo de concebir el arte, donde si no queremos que algún ingenioso para los motes nos bautice como talibanes, tendremos que aceptar que el arte es simple y vulgar provocación, con toda su corte de fealdad, ordinariez, impertinencia, mal uso del lenguaje, etc. En el área de nuestra historia reciente, defender a Pinochet y a tanto militar que se jugó por la patria es a riesgo parecer un extremista y de permanecer “anclado en el pasado”. En el área de la prensa, si hay algún medio ocupado en exclusiva por la izquierda es democrático, pero si hay uno usado en exclusiva por quien no lo es, el Estado debe intervenir, para asegurar la libertad de información y expresión. En el área de las universidades, si hay alguna que es botín de la izquierda, está bien y todos contentos. Pero si hay otra que es más conservadora, entonces, hay que velar por la libertad de enseñanza. Y de nuevo, suma y sigue…

El asunto es que, por un cierto complejo que nos impulsa a parecer tan libertarios, tan democráticos, tan progresistas como la gente de izquierda, quienes pensamos que no lo somos, vamos detrás, y siempre detrás, pensando y haciendo como quiere la izquierda.

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