miércoles, 15 de septiembre de 2010

LO QUE NO MUESTRA EL MUSEO DE LA MEMORIA.


por DCHpress

N. de la R.:

A partir de esta Edición del mes de Marzo 2010 , “Despierta Chile” tiene la grata satisfacción de ofrecer a sus lectores, mes a mes, un recuento de hechos, informaciones históricas y antecedentes que no se pueden ver en el recientemente inaugurado Museo de la Memoria, culminación de la odiosidad, venganza y deseos revanchistas que han animado a la Señorita Bachelet, Presidenta de la derrotada Concertación y miembro del Frente Terrorista Manuel Rodríguez, como la denunció el vocero de esa organización subversiva, César Quiroz, en Conferencia de Prensa del 16 de Mayo de 2004, aparecida en todos los medios de comunicación y que nunca fue desmentida.
“Asaltamos innumerables Bancos, y allí estaba siempre Luciano, disfrazado de bombero, de Capitán de Ejército, de cargador de la vega… Él se encargó de un trabajo de captación en el Ejército, fundamentalmente con oficiales jóvenes y suboficiales. La última tarea que había asumido era la de estrechar lazos entre los soldados y el pueblo: incorporar al pueblo uniformado a la rica vida nacional”.
(Miguel Enríquez, líder del movimiento terrorista, MIR, padre del ex candidato presidencial Marco Enríquez-Ominami Gumucio, en su discurso en los funerales de Luciano Cruz, el segundo hombre del MIR, muerto a causa de un escape de gas licuado, el 14 de Agosto de 1971. Cruz fue en su momento uno de los hombres más buscados por la policía chilena, por encontrarse prófugo de los tribunales de justicia).
En discurso del mismo Miguel Enríquez, del 1º de Noviembre de 1971, éste afirmaba lo siguiente:
“Debe abolirse el Parlamento y ser reemplazado por la Asamblea Popular… Hay que tomar los fundos y las industrias sin compensaciones… ¡Insurrección o muerte!”.
En este, nuestro primer artículo de esta nueva sección que entregamos a nuestros lectores, hemos estimado necesario difundir un reciente artículo de nuestro columnista e historiador, don Raúl Hermosilla Hanne, “Ralph”, ya que su contenido, como usted lo comprobará, es la mejor introducción que podemos hacer para los fines que persigue esta columna que hemos llamado: “Lo que no muestra el Museo de la Memoria”.
LAS MEMORIAS Y LOS MUSEOS.
Por Raúl Hermosilla Hanne, “RALPH”.
Se ha conmemorado en días pasados un nuevo aniversario de la caída en manos del ejército soviético del campo de concentración de Auschwitz, en Polonia.
Una vez más hemos escuchado las exageraciones de los indiscutibles sufrimientos y abusos, especialmente hacia el final de la segunda guerra mundial ante la falta de alimentos, sufridos por los prisioneros en los campos de concentración. Estos prisioneros, aunque no en su totalidad, eran en su mayoría judíos. Las exageraciones y la enorme y permanente campaña comunicacional al respecto, han logrado instalar en la conciencia colectiva su transformación de campos de trabajos forzados en campos de exterminio.
Se ha silenciado sistemáticamente un informe de la Cruz Roja Internacional que visitó Auschwitz dos meses después de su caída en manos soviéticas, en el que estableció que no existían allí cámaras de exterminio y que en cuanto a los hornos crematorios, el volumen de las cenizas concordaban con los registros de fallecimiento de prisioneros, principalmente por desnutrición e infecciones. El informe habla de algo más de 200 mil personas, cifra que en las comunicaciones soviéticas que motivaron la visita del organismo internacional, se había elevado a 2 millones.
También se silencia en estas conmemoraciones, que el mismo ejército soviético informó otra de las grandes mentiras de la segunda guerra mundial.
El nacional socialismo alemán se había aliado con el socialismo soviético en un pacto de no agresión entre Hitler y Stalin, suscrito por sus respectivos ministros de Relaciones Exteriores, Ribbentrop y Molotov. Por una cláusula secreta acordaron repartirse los países de Europa Central. El Papa Juan Pablo II, dijo en una ocasión, años después, que los rusos se portaron con los polacos peor que los alemanes.
Pero bien, durante todos los gobiernos comunistas en Polonia estuvo prohibida la conmemoración de la invasión rusa. El hecho militar más horrible en la historia de la Humanidad sucedió ese 17 de septiembre en la ciudad polaca de Katyn, donde 15.000 oficiales del Ejército Polaco fueron asesinados por oponerse a la invasión nazi soviética, y durante mucho tiempo los rusos le echaron la culpa de esta matanza a quienes fueron sus aliados en la invasión.
Algún tiempo después de terminada la segunda guerra mundial se comprobó, por la data de los cadáveres, que era imposible que hubieran sido los alemanes quienes los asesinaron, y tuvieron que sacar el epitafio que les echaba la culpa.
Fiel a las prácticas socialistas, doña Michelle Bachelet ha dejado inaugurado antes de terminar el próximo mes su mandato presidencial, un museo que ha denominado de la memoria, en el que se incluyen antecedentes de la subversión armada que debieron enfrentar las fuerzas de la defensa nacional chilena, lucha en la cual, como lamentablemente siempre ocurre en tales casos, resulta inevitable que se produzcan por los dos lados excesos y abusos, por lo que los convenios de Ginebra recomiendan que restablecido el orden público se dicten las correspondientes leyes de amnistía, para ambos bandos, como se hizo en Chile.
Otra cosa es que el revanchismo y la odiosidad del socialismo, llegado posteriormente al poder como consecuencia de la normalización democrática establecida por el gobierno militar, haya aplicado a través de jueces prevaricadores comprometidos, la amnistía solamente a favor de los subversivos, negándole su derecho a los miembros de las fuerzas armadas a quienes les correspondió sofocar la rebelión.
En ese museo de la memoria y como bien lo señaló el distinguido columnista Hermógenes Pérez de Arce, sólo se presenta una parte de la verdad histórica.
Se omite toda referencia a Antonieta Maachel, agricultora dedicada, que se hallaba sola el 30 de noviembre de 1970 en la casa de su fundo La Tregua, en Valdivia, cuando una horda del régimen la invadió. Después de vejar a la propietaria y abusar de ella, saqueó alacena y bodega, y se entregó a un festín desenfrenado. La mujer, indefensa, violentada y despojada, previendo abusos aún peores, puso fin a sus días en el segundo piso de la casa.
También se omite al agricultor de Río Bueno Raúl Vásquez Becker, quien el 31 de marzo de 1972 fue quemado vivo en el interior de su casa, por otra horda gobiernista deseosa de apropiarse de su reserva de 120 hectáreas. En el reciente libro “Las mejores cartas a ‘El Mercurio’”, p. 291, aparece una de su hijo, revelando cómo, tras el bárbaro asesinato, el gobernador de Río Bueno y el director de la Cora de Valdivia le dijeron: “Señor Vásquez, sabemos que le corresponden 120 hectáreas. Le recomendamos renunciar a sus derechos, pues si no lo hace, le tomaremos el campo todos los días”. Entonces su abogado le aconsejó: “Mejor entrega, Raúl, o te matarán a ti también”.
Y cómo olvidar al agricultor Raúl Quezada, padre de ocho hijos, muerto a palos por negarse a entregar al régimen su reserva en Rinconada de Teno (enero de 1972).
En esos mil días fatídicos, iguales cosas sucedían en todo el país. Como dijo la Presidenta Bachelet en la inauguración de su museo, aunque refiriéndose al gobierno militar, “actos de barbarie masiva y organizados desde el Estado”. Y no sólo en los campos. En el frigorífico “San Fernando”, de Melipilla, ocupado a la fuerza por las hordas gobiernistas, su dueño, Enrique Núñez, quiso ingresar con un técnico para evitar el peligro de explosión por falta de mantenimiento. Lo mataron a balazos por la espalda (mayo de 1972).
La misma barbarie generalizada, que perpetraba esos y otros crímenes, como el del ex ministro Pérez Zujovic, asesinado el 8 de junio de 1971 por terroristas recién indultados por Allende, también torturaba a opositores pacíficos. En este diario -señala Pérez de Arce refiriéndose a El Mercurio- el 23 de enero de 1972 el presidente de la Juventud Nacional relataba “Mis torturas en manos de la policía”. Otros profesionales amigos míos también las sufrieron. En particular, recuerdo al locutor de Canal 13 Carlos de la Sota, apresado por intentar anular la interferencia estatal a la señal del canal en Concepción. Pues la barbarie buscaba suprimir la libertad de expresión. Y el primero de los nombrados, tras sufrir las descargas eléctricas, fue interrogado por el subdirector de Investigaciones, Carlos Toro (PC). Era, pues, la tortura institucionalizada.
Es verdad que en naciones asoladas por el terrorismo suele recurrirse a los apremios ilegítimos. Sucedió acá bajo el gobierno militar. Israel, hasta hace poco, aprobaba anualmente leyes autorizándolos. Pero durante la barbarie UP, en Chile no había terroristas contrarios al Gobierno. Eran todos partidarios o funcionarios suyos.
Entonces, doy gracias a la Presidenta -concluye Hermógenes- por haber dado pie para recordar a las víctimas de la barbarie, y aprovecho de rendir tributo a las Fuerzas Armadas y Carabineros, los de entonces, por supuesto, que respaldaron y dieron leal apoyo a sus hombres en la tarea de liquidar a los terroristas y restablecer la democracia y los derechos de las personas. Si no tienen monumentos en las calles, los tienen en el corazón de los chilenos de bien.
Por mi parte, pienso en cuánto bien habría podido derivar para Chile si Patricio Aylwin, al recibir constitucionalmente, el 11 de marzo de 2000, el mando de manos del General Pinochet, en cumplimiento del itinerario fijado por el Gobierno Militar y la voluntad democráticamente expresada por el pueblo, en vez de instruir a la Corte Suprema, en un acto inconstitucional, en el sentido de aplicar una ficción no existente en nuestra legislación, como la del llamado secuestro permanente, y otras aberraciones jurídicas como la aplicación de doctrinas foráneas y acuerdos internacionales no ratificados por el Congreso, como lo requiere la constitución para que puedan tener fuerza legal en Chile, hubiera seguido el ejemplo de Nelson Mandela, de Sudáfrica.
Mandela fue elegido Presidente después de 27 años de encarcelamiento, y violencia, pero llegado al poder privilegió la reconstrucción del país y la convivencia ciudadana sobre las odiosidades y el revanchismo, y dictó los indultos necesarios para ambos bandos y los hizo cumplir.
Y así se inició la recuperación económica, social y política de un país devastado por sus luchas internas. Y de estar eliminada del turismo internacional en razón de su alta peligrosidad, Sudáfrica logró en un par de años solamente, ser reincorporada a la organización deportiva internacional y ser nada menos que sede de los Juegos Olímpicos, consolidando su normalidad ante el mundo antero.


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