jueves, 30 de diciembre de 2010

Chile debe cambiar su intervención en Haití



Editorial El mercurio.

Haití está en el umbral de una nueva crisis -eventual guerra civil, según el ex Presidente Boniface- y hay fuertes denuncias sobre el mal manejo de la intervención extranjera para construir un nuevo Estado. El fraude electoral de las recientes elecciones ha provocado enfrentamientos internos y agravado la frustración de la población de ese país.

Frente a estas realidades no se advierte una acción eficaz para impulsar negociaciones que garanticen la legitimidad de las próximas elecciones. Tampoco hay indicaciones de que vaya a reformularse la asistencia internacional. La comunidad de naciones -Chile incluido- parecería haber optado por la inercia y el inmovilismo, con una operación de paz militarizada y distraída de la prioridad de crear planes de empleo y reconstrucción, orientados a la producción y servicios internos y concentrados en solucionar los problemas de vivienda, escasez de agua para el consumo humano y seguridad vigilada por fuerzas policiales.

Una valiente voz de alerta dio el representante de la OEA, al sostener que la situación de Haití ha empeorado en los últimos años por la burocracia de la Misión de Naciones Unidas y de las numerosas ONG residentes; por el enfoque equivocado de los planes de reconstrucción, mayormente centrados en distribución de alimentos importados y en efectivos militares extranjeros que bordean los 10 mil. El alto funcionario fue destituido por sus declaraciones, que recogen la opinión generalizada de que es impostergable cambiar el mandato de la misión pacificadora de Naciones Unidas por otro de reconstrucción, que considere las prioridades, cultura y condiciones internas de Haití.

Son ya demasiadas las denuncias como para que Chile siga simplemente sumado a una estrategia equivocada, que puede culminar desacreditando nuestra acción exterior y los valiosos y justificados esfuerzos de varios miles de militares chilenos que han participado en la pacificación de Haití y que corren crecientes riesgos de rechazo de la población local.

La Cancillería y el Ministerio de Defensa no pueden seguir ajenos a estas realidades y deben tomar iniciativas para acotar y poner plazos de retorno, en vez de prolongar indefinidamente el despliegue militar en Haití -costoso, sin beneficios para el profesionalismo de las Fuerzas Armadas y que con el transcurso del tiempo ha llegado al límite de ser contraproducente-. Chile está comprometido con el pueblo haitiano y nuestra diplomacia no se puede dejar arrastrar por el inmovilismo: tendrá que buscar un acuerdo rápido para liderar nuevas estrategias y ayudas más eficaces.



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