Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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A lo largo de su tenebrosa, truculenta y prolongada existencia la satrapía de los diablos de Birán ha fusilado a millares de cubanos, encarcelado a centenares de miles, obligado al exilio a más de un millón y violado los derechos humanos de los once millones que languidecen en la Isla. Pero, cuando ya parecía que ningún nivel de ensañamiento podría asombrarnos, el pasado 4 de diciembre los medios de información internacionales dieron cuenta de la salvaje agresión de una adolescente cubana por motivos estrictamente ideológicos. La víctima, Berenice Héctor González, de 15 años de edad, es sobrina de una dama de blanco que salió en defensa de su tía y condenó las medidas de represión del régimen contra las integrantes del conglomerado.
La victimaria, Dailiana Planchez Torres, de 19 años de edad, se armó con una navaja proporcionada por su hermano con la cual propinó una docena de cortes en la cara, el cuerpo, el tórax, las piernas y los brazos de Berenice; quién tuvo que ser hospitalizada de emergencia y recibió 66 puntos en una operación que duró cuatro horas. En concordancia con el tratamiento mezquino que reciben las víctimas del castrismo, Berenice fue enviada a su casa en 24 horas a pesar de los traumas físicos y sicológicos. ¿Qué pasó con la agresora? Dailiana se fue a su casa haciendo alardes de su fechoría y disfrutando de la inmunidad que le proporciona el grado de capitán de su padre en la represiva Seguridad del Estado de la ciudad de Cienfuegos.
Cuando los seres humanos nos vemos confrontados por actos salvajes de esta magnitud no tenemos otra alternativa que detenernos a reflexionar. No para subsanar los daños y errores pasados sino para evitar que se repitan en el futuro. ¿Quién fue en realidad la víctima y quién la victimaria? ¿Cuál fue el verdadero objetivo del ataque? En realidad, ambas jóvenes fueron víctimas de la tiranía. Berenice de un sistema que castiga con la agresión física, la cárcel y hasta la muerte el sagrado derecho de disentir. Dailiana de un régimen que ha hecho del odio a quienes discrepan de la línea oficial el arma más eficiente para perpetuarse en el poder.
El objetivo de este incidente, al igual que el de los asesinatos de Orlando Zapata y Wilman Villar, así como el de las muertes misteriosas de Laura Pollán y de Oswaldo Payá, no es otro que mantener a los cubanos sometidos por el terror. No creo que la agresión de Berenice por Dailiana fue el resultado de un proceso mental tan elaborado. Fue un acto compulsivo e irracional. Desde su infancia, la agresora fue programada a la hostilidad contra el adversario ideológico en el hogar de un esbirro que se asegura miserables prebendas haciendo el trabajo sucio de reprimir compatriotas.
En la Cuba que yo tuve el privilegio de crecer estas dos jovencitas no habrían prestado atención a cuestiones políticas sino habrían estado más interesadas en afeites, vestidos y bailes del momento. Quizás hasta en un encuentro efímero con un admirador romántico que se contentaba con un beso furtivo o un apretón de manos.
La tiranía se encargó de romper el hechizo y de destruir sus sueños. Las mandó a labores agrícolas y a trabajar en otros proyectos del estado alejadas de la protección de su ámbito familiar y expuestas a la lascivia de los genízaros del régimen. Las muñecas fueron sustituidas por la preñez prematura e indeseada, seguida por el aborto al por mayor proporcionado y estimulado por el gobierno. La mujer nueva para el hombre nuevo y ambos como puntales de un régimen que destruyó a la familia para consolidar el poder absoluto.
Mientras más reflexiono, mas me convenzo de que Daliliana actuó por el impulso irracional que produce el odio en los seres humanos. Es un ejemplo de los ciudadanos adulterados que nos dejará la tiranía el día que desaparezca y que será el mayor reto que confrontaran quienes tengan la ingrata tarea de reconstruir a la patria en concordancia con la prédica martiana.
El Apóstol nos dijo en su prédica: "Cree hombres quién quiera pueblos". Los rufianes de esta tiranía dijeron desde su asalto al poder el primero de enero que crearían un hombre nuevo. Muchos no comprendieron el significado en aquel momento, pero Dailiana y su miserable progenitor se han encargado de mostrárnoslo en toda su terrible realidad. Andando el tiempo, el tan cacareado hombre nuevo ha sido transformado por designio del régimen en un monstruo que ha renunciado a su humanidad para acatar órdenes sin cuestionamiento o reprimir opositores sin compasión.
Los organismos internacionales que abogan por la protección de los derechos humanos definen y denuncian los delitos contra la integridad física y la estabilidad sicológica de las víctimas de regímenes dictatoriales. No he visto, sin embargo, definir o denunciar un tipo de delitos tan dañino como los anteriores pero más difíciles de detectar. Me refiero a los delitos contra los principios y normas que facilitan la convivencia civilizada entre los miembros de cualquier sociedad.
Delitos como el ostracismo del adversario y la perversión del ciudadano, que causan un daño más perdurable en la conciencia colectiva de los pueblos. De ellos son culpables los tiranos que nos oprimen y sus alabarderos como el padre de Dailiana. Tienen que ser castigados con leyes que todavía no están en nuestros códigos porque ni siquiera existe la figura delictiva de crear monstruos sembrando odio. Por lo tanto, su castigo tiene que ser drástico y ejemplarizante porque, permitirles la impunidad, sería nuestra vergüenza y declararnos indignos de vivir en libertad.
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viernes, 14 de diciembre de 2012
QUIENES SIEMBRAN ODIO COSECHAN MONSTRUOS
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