jueves, 27 de junio de 2013

EL CHILE DEGRADADO

DESCARNADO ANÁLISIS DEL CRL. QUILHOT, QUE ES DIFÍCIL NO COMPARTIR, QUE
HACE PRENDER LUCES AMARILLAS CON LA SEGUIDILLA DE ACONTECIMIENTOS Y
DESINTELIGENCIAS DE LA CLASE POLÍTICA.....Y LUEGO ¿QUIENES APAGARAN EL
INCENDIO?...


EL CHILE DEGRADADO

¿Qué está pasando con la sociedad chilena? ¿De dónde salió tanta
ordinariez, tanta violencia y falta de respeto hacia los demás? Los
noticiarios de televisión prácticamente no alcanzan a exhibir todos
los casos de abusos groseros hacia los derechos de las personas,
cometidos por un segmento creciente de la nación chilena. Vemos, por
ejemplo, a un número impresionante de niños de corta edad cometiendo
asaltos con extrema violencia y con una crueldad infinita. Vemos a
otros participando en manifestaciones públicas, donde se dedican a
lanzar piedras y bombas molotov, sin ninguna conciencia o relación con
los motivos de la protesta. Vemos a niños como "el Cisarro",
burlándose de la justicia y provocando el rechazo de la ciudadanía con
reiterados crímenes que quedan impunes.

Pero no solo niños o adolescentes vemos en estos actos deleznables. Se
suma a ellos un sector de jóvenes supuestamente vinculados al mundo
estudiantil o universitario y que se lucen arrasando con la
infraestructura pública y privada, mostrando una orgullosa sonrisa
cuando llegan a ser detenidos y sus rostros consiguen ser mostrados
por las cámaras.


Perdido el orden establecido y al que todos aspiramos, pareciera que
la sociedad chilena no consigue encontrar el rumbo, desplazándose
aceleradamente hacia el precipicio de la anarquía. Las autoridades
viven de encuestas que a nada conducen y de proferir amenazas tan
ridículas como incumplidas de aplicar "el máximo rigor de la Ley". La
clase política observa a la distancia y rasga vestiduras cuando algún
pobre chiquillo recibe un palo más fuerte de lo debido o es arrastrado
hasta un carro policial.

Con bombos y platillos se implantó hace algunos años un nuevo sistema
procesal penal, el que a la fecha es repudiado por la gran mayoría de
los ciudadanos de bien, al haberse transformado en un baluarte
defensor de los derechos de los criminales y en el peor cuchillo para
las víctimas inocentes. De los autores de esta joyita procesal nada se
sabe. No han abierto la boca para justificar lo injustificable. Los
detractores del mundillo político tampoco lo hacen mal. Después de
cacarear sus críticas a la "puerta giratoria" nada han hecho de verdad
por mejorar o subsanar los graves vicios del nuevo sistema, durmiendo
sus modificaciones propuestas el más profundo de los sueños, como todo
lo que pueda afectar negativamente en las encuestas.

A todo nivel se ve como la corrupción invade nuestras vidas y se
instala para no irse. Hasta las más señeras instituciones de la
administración pública han visto degradada su credibilidad, Todo -al
parecer? motivado por la ambición de mejorar en las encuestas. Ya
nadie se acuerda de los escandalosos casos de corrupción que nos
dejaron de herencia los gobiernos de la Concertación de Partidos por
la Democracia, pareciendo que nunca hubiera ocurrido lo del
Transantiago o de la Empresa de Ferrocarriles del Estado. Nadie
recuerda los groseros gastos de campaña realizados por los próceres
socialistas antes de las elecciones, como por ejemplo las decenas de
estaciones refaccionadas y reinauguradas que jamás vieron llegar tren
alguno.

Todos se quejan de todo y nadie se molesta en ir a buscar el fondo del
problema. En una demostración clara de la degradación sufrida por
nuestra integridad cívica, nadie se atreve a decir en público lo que
comenta en privado, limitándose exteriorizar una completa indiferencia
hacia los hechos vergonzosos que presencian a diario y que destruyen
la identidad nacional y el orden establecido. Es más, hablar hoy de
"orden establecido" es mal visto por la mayoría de los chilenos,
embobados por conceptos atractivos tales como el "progresismo", tan de
moda como manoseado en el mundo político de izquierda.

Aunque no sea del agrado de los pusilánimes de siempre, me atrevo a
decir que la causa profunda de esta degradación social se encuentra en
la demolición del concepto de Autoridad, elemento esencial para dar
estructura a la vida en común. La gente parece haber olvidado que
cuando elige a sus gobernantes y legisladores es para que éstos
ejerzan en forma efectiva la AUTORIDAD que se les está delegando a
través del voto. No es para que se dediquen a congraciarse con
potenciales encuestados o con la prensa de farándula, como acostumbran
hacer muchos de ellos.

La falta de autoridad va asociada a la falta de responsabilidad de
cada hombre o mujer que accede a un cargo de poder, ya sea como parte
de un equipo de gobierno o como integrante del parlamento,
municipalidad, servicio público, etc. Cuando uno de estos personajes
deja de ejercer su cargo con las acciones positivas que éste conlleva,
está definitivamente burlando la confianza delegada por sus electores,
transformándose en un simple usufructuario del poder que se le ha
entregado a través del voto. Llama la atención entonces la sorpresa
mostrada por algunos políticos ante el descrédito vergonzoso de su
actividad, según muestran las encuestas pero que se origina realmente
en el abandono de sus deberes cívicos. No sorprende en cambio que cada
vez que algo puede incomodar la popularidad de los políticos es
simplemente "judicializado", transfiriendo la responsabilidad de su
resolución a un Juez que -para la conveniencia de otros? se ve
expuesto a los manejos de malos políticos que cobardemente coartan su
carrera profesional.

No hay Ley que valga si no hay voluntad de aplicarla. De nada sirven
las más fuertes declaraciones de intención si al final nos quedamos
pegados solo en ellas, como ocurre día a día en Chile, desde hace ya
varios años. Esta triste costumbre nos está llevando a una repetición
de la mayor descomposición social que recordemos, aquella que culminó
en la crisis de 1973. Una vez más, nuestros políticos se dedican a
apagar el fuego con bencina, haciendo uso y abuso de las
descalificaciones personales, insultos y todo tipo de muestras de
groserías, de esas que no veíamos desde los tiempos del comunista
Palestro, en el Congreso. Hoy será un Gutiérrez, un Espinoza, un
Navarro, un Alinco o un Ascencio quien repita la historia, hasta
llegar quien sabe dónde, esta vez sin que la sociedad pueda contar con
los garantes del ayer, debidamente desactivados por la campaña
comunicacional y judicial en su contra.

La violencia verbal irresponsable del mundo político, sumada a la
impune violencia callejera o de los caminos del Sur, no puede conducir
hacia nada bueno. Podrá decirse que los índices muestran mejorías en
la victimización de las personas o que el conflicto mapuche no es tal,
pero la verdad es que no parecemos tener vuelta. Cualquier intento de
reponer el orden perdido y el respeto a las personas se vería en la
obligación de aplicar tal cantidad y calidad de actos impopulares que
sólo a través de una dictadura sería capaz de llevarlo a cabo.

Los violentos de izquierda lo saben y es allí donde radica su
fortaleza principal y el sustento a sus groseras provocaciones,
sabiendo que la mayor parte de la sociedad es incapaz de oponérseles
con la fuerza necesaria. Lo más triste, es que el primer gobierno de
derecha en muchísimos años se ha farreado la oportunidad de reponer el
respeto y el orden, al menos en lo mínimo necesario para detener la
caída al precipicio que nos espera. Es de esperar que al menos uno de
los candidatos de derecha pueda compensar esta falta de voluntad y
responsabilidad cívica y evite que la máxima exponente del cinismo
pueda retornar a un cargo que no le corresponde.

23 de Mayo de 2013

Patricio Quilhot Palma


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