domingo, 25 de agosto de 2013

VÍCTIMA DEL NUNCA MÁS




La Tercera

SE ACERCA el 40 aniversario del pronunciamiento militar y la izquierda, particularmente en un año de elecciones, inicia el proceso de poner el tema sobre el tapete para sacar dividendos políticos. La estrategia es archisabida y la practican con singular éxito: comienzan a revelar hechos como si fueran el último hallazgo, aunque muchos los han conocido desde siempre. Por ejemplo, que hace seis años se encontraron frascos con toxina botulínica en el ISP, que a pesar que se destruyeron sin informar a nadie, debemos creer que existieron. Y tendremos para muchos aniversarios más, ya que aunque hoy el verdadero escándalo sea que durante 18 años la Concertación expuso indolentemente a la ciudadanía a las toxinas y no hizo nada, difícilmente habrá un político de centroderecha que se atreva a denunciarlo así.

Pero sin duda el mayor precio del “remake” ha sido pagado por el ex general Juan Emilio Cheyre. Se le acusa de haber tenido un gesto humanitario, que fue investigado por los tribunales y por el cual no fue objeto del menor reproche: siguiendo una orden de su superior, el comandante Lapostol, coordinó la entrega por unos días de un menor en un convento de monjas (estamos hablando de 1973, en una época de anormalidad) para que lo cuidaran, mientras se tramitaba el envío a sus parientes en Argentina -lo que sucedió-, ya que sus padres habían muerto a manos de otros militares (después se supo que asesinados). Lo triste es que la denuncia ha contado con la ayuda de Ernesto Lejderman -como se llama el menor-, de quien hubiera sido esperable que agradeciera a Lapostol y Cheyre que velaran por su integridad y que lo reunieran con sus abuelos, considerando el trauma que hay en su país por los menores que fueron retenidos por la fuerzas de seguridad y entregados ilícitamente en adopción. Pero bueno, así es la política.

El doble estándar de la Concertación con el general Cheyre es notable. Lo designaron comandante en jefe con pleno conocimiento del caso Lejderman, pues el juicio para investigar la muerte de sus padres ya llevaba un par de años a esa fecha y es inverosímil que en la revisión de sus antecedentes -consulta incluida a grupos de derechos humanos- no haya salido el punto; “no podían menos que saber”, como siempre sentencian. Lo blindaron por razones políticas ante la muerte de 45 reclutas en Antuco (no cabe duda de que debió haber presentado su renuncia). Y recientemente lo aprobaron como miembro del consejo del Servicio Electoral, sin mayor reparo.

Pero sobre todo, lo ensalzaron por su “nunca más”, que fue un reconocimiento sin matiz de todas las culpas del pasado. Pues muchas cosas condenables ocurrieron, pero la izquierda ha eludido toda responsabilidad al respecto, pues la gran pregunta es por qué sucedieron. La respuesta es porque ellos trajeron a Chile -una democracia prestigiada y consolidada- el odio, la amenaza y la violencia como método de acción política. Tensionaron tanto el ambiente nacional, que se liberaron fuerzas que son de suyo incontrolables. Cuando el general Cheyre excluyó toda consideración a esto, le confirió a la izquierda una superioridad moral incontrarrestable, tanto que basta que señalen a cualquiera para que sea culpable. Y ahora lo señalaron a él.

Axel Buchheister
Abogado

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